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CASO PENDIENTE

Un cuerpo descuartizado en la maleta

La muerte de un celador del hospital militar Gómez Ulla sigue sin aclararse 10 años después

José Manuel Fernández Peral, de 31 años, desapareció un día del mes de agosto de 1981, poco después de haber regresado a Madrid tras unas vacaciones por el norte de España. Su madre acudió a la comisaría del distrito de Chamberí y presentó la habitual denuncia. Ella nunca pudo imaginar las terribles circunstancias en que iba a ser encontrado su hijo: descuartizado, dentro de una vieja maleta, cerca del pantano de San Martín de Valdeigleslas (Madrid). Diez años más tarde, el crimen sigue sin aclararse.

Había hecho la mili en el regimiento de El Goloso. Al acabar, un coronel amigo de su familia movió sus influencias y consiguió que José Manuel Fernández, que sólo tenía estudios elementales, fuese empleado como celador en el departamento de rayos X del hospital militar Gómez Ulla de Madrid. "Allí era muy apreciado por todo el mundo, sobre todo por las monjas", afirman fuentes de la Guardia civil.En el mes de julio de 1981 cogió su mes de vacaciones. Primero se fue a pasar unas semanas a Santander y más tarde hizo lo mismo en casa de unos familiares de la provincia de León. Regresó a Madrid, cobró su paga y dos días después desapareció sin dejar el menor rastro.

La madre acudió desesperada a la comisaría de Chamberí, en la calle de Rafael Calvo, donde un rutinario funcionario tramitó una rutinaria denuncia que rutinariamente acabó archivada, sin que la compleja maquinaria policial moviera un dedo para buscar al desaparecido. "Su hijo ya tiene edad para ir y venir donde quiera. No se preocupe. Ya aparecerá", comentó el agente.

Sin embargo, José Manuel Fernández apareció de forma muy distinta a como hubiera querido su madre: descuartizado, dentro de una vieja maleta de cartón y loneta abandonada cerca del pantano de San Martín de Valdeiglesias.

El cadáver había sido seccionado en tres grandes pedazos, que el siniestro asesino envolvió en papel de estraza antes de introducirlos en la maleta.

El cadáver no conservaba nada que pudiera servir para identificarlo: ni ropas ni joyas ni documentos. Pero el 25 de agosto, el Equipo de Investigación y Atestados de la Guardia Civil llamó a un tío de José Manuel Fernández Peral, cuya desaparición había sido denunciada en Madrid, ante la creencia de que podía ser el hombre descuartizado. El tío dijo que sí, que era su sobrino José Manuel, "más que nada por ciertos rasgos de la nariz, ya que el cadáver estaba muy mal".

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El médico forense que realizó la autopsia determinó que la víctima había muerto a causa de 24 cuchilladas, dos de las cuales eran mortales de necesidad, por haberle atravesado el corazón. El autor del crimen se ensañó inútilmente, arrastrado por una loca furia homicida.

Cirujano o carnicero

El asesino, que parecía tener conocimientos de cirujano o de carnicero, troceó el cuerpo utilizando una sierra mecánica y decidió deshacerse de él arrojándolo dentro de una maleta al fondo del pantano de San Juan, en San Martín de Valdeiglesias. El plan era perfecto. Pero cuando se dirigía a realizarlo, algo o alguien se lo impidió. El descuartizador salió huyendo, dejando abandonado su tétrico equipaje.Los guardias civiles encargados del caso averiguaron que el celador del hospital Gómez Ulla había quedado citado el mismo día de su desaparición con un oficial de la Marina mercante. Pero éste fue interrogado y aseguró que su amigo no acudió jamás al encuentro.

José Manuel Fernández Peral nació y se crió en el barrio de Chamberí. Su madre, que trabajaba como sirvienta en casa de una afamada periodista, solía llevar a su único hijo al cine Amaya, cercano a su domicilio. Desde que apenas tuvo uso de razón, el muchacho se convirtió en un empedernido aficionado al cine.

"Él conocía a todas las taquilleras de las salas de Fuencarral y Gran Vía, a las que solía dar buenas propinas", recuerda uno de los agentes que participaron en las investigaciones.

"Mi hijo salía por las mañanas a trabajar en el hospital. Luego volvía a mediodía y por la noche se marchaba sin dar ninguna explicación. ¿Dónde iba? No lo sé: ni él me lo decía ni yo se lo preguntaba. Ya no era un niño", dice la madre, que se niega a recordar más. "Hemos pasado mucho y no quiero revolver rnás", concluye dejando traslucir su dolor.

La Guardia Civil comprobó que el hombre asesinado frecuentaba el pub Cueros y otros de la calle de Prim, además de la discoteca O'Clock, locales todos ellos en los que solian reunirse homosexuales.

"Conocía a gente del ambiente gay, entre los que había arquitectos, médicos y gente gorda", señala uno de los agentes que hace 10 años se patearon dichos establecimientos en busca de una mínima pista que sirviera para aclarar un crimen tan brutal.

Los investigadores creen que el crimen se produjo en una disputa pasional entre homosexuales y que José Manuel fue acuchillado por uno de éstos. "Prefiero no decir nada. Durante mucho tiempo tuve miedo y ahora no quiero volver a recordar", afirma la madre.

Años después, el Grupo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía también realizó investigaciones por su cuenta, en un intento de encontrar un hilo que permitiese aclarar este morboso asunto. Sin embargo, tales pesquisas no han conseguido hasta ahora mejores resultados que las efectuadas por la Guardia Civil.

Diez años después de ocurrido, el caso sigue pendiente.

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