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Numancia en el río Orange

Los afrikaners de Suráfrica cavan la última trinchera

La nueva Suráfrica que está a punto de nacer provoca escalofríos en un buen número de blancos, para quienes supone un radical desplome hacia la africanización y el tercermundismo. Para los afrikaners, descendientes de los primeros blancos que se asentaron en el cabo y que consideran a Suráfrica como su país, se hace muy dificil pasar por el aro. Una minoría de esta desorientada minoría está ya echando los cimientos de un futuro Estado afrikaner en Orania, en la ribera del río Orange situada en el desértico suroeste de Suráfrica

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Karel Boshoff, profesor de la Universidad de Pretoria, es el padre intelectual de lo que debería convertirse en el Estado Afrikaner de Orania, una escisión de la República de Suráfrica para acoger a un pueblo de 2,5 millones de personas que buscan la autodeterminación. "El afrikaner ama la libertad, luchó por ella durante 150 años y no va a aceptar la dominación extranjera, sea blanca o negra", dice Boshoff en su despacho de Pretoria. "El problema de los afrikaners es que están diseminados por todo el país", añade. Había que identificar un territorio que pudiera ser el Estado afrinaker. Boshoff concluyó que el relativamente despoblado oeste, apenas un millón de personas en casi la tercera parte del país, era la nueva tierra de promisión.Estudios geológicos, de pluviometría y de aprovechamiento del Orange muestran que lo que hoy es un desierto podría convertirse en una zona capaz de sostener a cientos de miles de familias. "Antes tratamos de llevar a los negros a las zonas subdesarrolladas, pero la atracción del desarrollo les hacía volver. Lo que nosotros pretendemos ahora es dejar las zonas desarrolladas y empezar de cero con un sistema monocolor". Es un apartheid a la inversa, un gueto sólo para blancos en el que no habrá lugar para los negros: "Podrán venir, pero como visitantes, sin reclamar derechos ni poder político".

Dos trabas elementales obstaculizan el nacimiento de la imaginaria República de Orania: la escisión de Suráfrica y la presencia en el territorio de negros y mestizos. "El Gobierno va a ver que no es un precio muy alto a cambio de mejorar la situación", dice Boshoff. "La alternativa es una situación inestable en la que se verá que el Congreso Nacional Africano no tiene el monopolio de la violencia".

Boshoff asegura que la idea ha tenido buena acogida entre los blancos, "que se dan cuenta de que van a ser una minoría sin derechos", y confía en que la Constitución surafricana que ha de redactarse en un plazo de uno a tres años empuje a Orania a unos 300.000 blancos. "La situación va a cambiar tanto que Orania va a ser una idea atractiva", añade Boshoff.

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Johan Moolman, un mecánico de la zona de Port Elizabeth, fue el primero en establecerse, aun antes de la compra del campamento, que el llarila pueblo, que se realizó el último día del pasado mes de febrero. Johan acaba de llegar de una semana de caza en el Kalahari, donde se ha hecho con más de dos toneladas de carne. Johan es un osazo de manos tremendas y carácter amable, un característico afrikaner. "He dejado atrás todo lo que era agradable y fácil para empezar una nueva vida desde cero. Tenemos que sacrificarnos para que la nación afrikaner y mis hijos sobrevivan", dice mientras entrega con parsimonia a su mujer, Candida, trozos de carne seca de jemsbok, el antílope surafricano, para colgar.

Moolman se ha montado una tienda de ultramarinos y un garaje en Orania, que para él es la última trinchera. Salió de Namibia hace años y ahor a tiene que empezar una nueva vida escapando otra vez de los negros, como Candida, de ascendencia portuguesa y huida de Angola.

Los negros y el poder

"Los negros sólo quieren el poder. Después empiezan a destruirlo todo. No hay más que ver el resto de África" dice Johan. La petición de Nelson Mandela de una Suráfrica unida le pone en pie de guerra: "Lo que pide Mandela y lo que va a tener es muy distinto. No es más que un negro imbécil. Puede pedir toda Suráfrica, pero a mí no me va a tener; puede comprar a los judíos... pero no va a tener esta tierra mía. Que vengan y lo intenten. No queremos guerra pero si la quiere va a tenerla".La Biblia es el único libro visible en casa de Johan y Candida, el libro que rige sus vidas y las de sus tres hijos. Candida habla en afrikaan y Johan lo traduce al inglés: "Mandela no tiene elección porque no cree en Dios, y Dios no va a permitir a Mandela o a nadie que nos quite esto."

A la hora del almuerzo a casa de los Moolman llega Ems van der Merwe, bibliotecaria jubilada que dice no haber sido nunca tan feliz como en Orania. Ems tiene en la cabeza que Suráfrica es víctima de un compló ateo-Iiberal-judeo-africanizante-marxista. "En Ciudad del Cabo han rodeado la ciudad", y describe círculos con la mano. "¿Por que se han establecido de esa forma estratégica? Ahí hay algo. Y el negro no puede organizarse; es cosa de los comunistas". La encargada de elegir los fondos bibliográficos para Orania dice también: "El dinero internacional quiere hundir a Suráfrica. Los Kissinger, Rockefeller, Rothschild... toda esa gentuza no quiere al afrikaner. Y vaticina: "No creo que llegue Navidad sin que haya sangre. Este Mandela cada vez pide una cosa distinta. No quiere negociar".

"Somos europeos en Africa; el conflicto procede de que África quiere ser África y que hay europeos", diagnostica Visser, responsable de la educación en Orania. "Yo no voy a aceptar un país gobernado por negros, que la experiencia en todo África demuestra que va al caos. Nunca han construido nada. La cultura blanca y la cultura negra son incompatibles. Ahora no estamos buscando soluciones para Suráfrica, sino para nosotros. Nunca me ha interesado la política ni soy violento, pero si me fuerzan a luchar, lucharé".

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