Como Lorca con La Barraca
María Ángeles González, pedagoga de provincias, ha sufrido en Madrid como nadie los llamados efectos perversos del decreto Boyer: cuatro pisos en cuatro años. Su estado de ánimo, con cajas que no se atreve a desembalar por si acaso debe volver a moverse , es "el de Lorca con La Barraca", una pura transición de "vas y cargas con el chiringuito a todas partes".En el primer piso no se ponían de acuerdo con la subida del alquiler. "Que si sus gastos, la contribución urbana..., total, 25.000 pelas de golpe". El segundo, que compartía con otra amiga, lo vendieron. En el tercer intento, María Ángeles creía tenerlas todas consigo, pero los dueños, que se fueron a probar fortuna fuera de la capital, volvieron al cabo de ocho meses y le reclamaron la vivienda. Del cuarto piso, por lo menos, no la mueven en dos años. Así lo dice el contrato. Pero entre un ir y venir con los bártulos se ha puesto en las 128.000 pesetas. "Lo que pasa con estas situaciones, aparte de la incomodidad de tener que estar continuamente mudándote, es que te obliga a enfrentarte con los últimos precios del mercado, y, si vas de pringadilla te dicen: o 100.000 o nada". Su gran tragedia es que cada vez que se le ocurre comprar un mueble, lo primero que piensa es si cabrá en la próxima casa.
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