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Homosexualidad y salud mental

Según las investigaciones de Alfred Kinsey, el 37% de los varones norteamericanos ha consumado al menos una relación homosexual en su vida. Esta sorprendente conclusión refleja claramente la enorme discrepancia que existe entre las pautas sociales y las conductas sexuales reales, entre lo culturalmente anormal y lo estadísticamente normal. Actualmente se calcula: que, en los países occidentales, el 7% de los hombres y el 3% de las mujeres son exclusivamente homosexuales.Aunque la incidencia de la homosexualidad parece afectar uniformemente a la especie humana, tanto la concentración como la visibilidad de hombres y mujeres homosexuales varían según el grado de tolerancia y benevolencia de la sociedad sobre la orientación homosexual. Incluso en los centros urbanos más modernos, liberales e indulgentes se detectan fácilmente sentimientos profundamente arraigados de hostilidad y de conflicto hacia la homosexualidad y hacia la amenaza que supone para la procreación, la familia y demás principios sociales y normas culturales.

En los últimos 2.000 años, con contadas excepciones, la homosexualidad ha sido considerada un tabú, una abominación. El mismo diseño anatómico humano parece revelar un plan divino para el uso apropiado de los órganos sexuales, mientras que la atracción sexual entre el hombre y la mujer es como una fuerza milagrosa destinada únicamente a la procreación. Por consiguiente, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo se ven como un peligro para la supervivencia humana, una violación de la naturaleza, un grave pecado, un vicio vergonzante y, en ciertas sociedades, un crimen. Como consecuencia, no sólo se discrimina a los homosexuales socialmente, incluso en el seno de su propia familia, sino que son objeto de constante desprecio homofóbico, de humillación, ridículo y repugnancia.

Todavía no se conoce la causa de la homosexualidad. Unas explicaciones culpan a los genes, la herencia y la naturaleza, mientras que otras lo imputan a la crianza. Hay teorías, por ejemplo, que se basan en causas biológicas, como las hormonas prenatales, especialmente los andrógenos y los estrógenos, que son responsables de la configuración masculina o femenina del sistema nervioso central. Otras teorías lo achacan a ciertas experiencias de la infancia. Una proposición bastante popular es que la adaptación homosexual que comienza en la infancia está causada por un padre o una madre que por razones diversas son modelos inadecuados para la identificación del hijo o de la hija.

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Los psicoanalistas aducen que, si bien la homosexualidad es una posibilidad en el desarrollo de todas las personas, el problema es el resultado de una dislocación del equilibrio edípico, lo que da lugar a que el niño o niña sientan un interés sexualizado ' hacia el padre de su mismo sexo y se identifiquen con el padre del sexo opuesto. Otros psicoanalistas ven la homosexualidad como la consecuencia de una intensa angustia de castración producida por impulsos heterosexuales incestuosos infantiles. Estas suposiciones, sin embargo, han sido rechazadas por quienes opinan que la ho-mosexualidad se aprende y, por tanto, depende del impacto del medio sociocultural en el desarrollo psIcosexual del niño.

Como ha sucedido tradicionalmente con otros estados mentales que armonizan valores sociales y conductas humanas, la psiquiatría ha intentado abordar el dilema de si la homosexualidad es enfermedad o no. Al estar los conceptos de salud y enfermedad mental tan íntimamente ligados a las pautas morales y culturales, la psiquiatría constantemente asimila los valores y demandas de la sociedad.

En 1952, cuando se llevó a cabo la primera clasificación de enfermedades mentales en Norteamérica, los homosexuales fueron considerados enfermos mentales que sufrían de una desviación sexual vinculada a una alteración psicopática de la personalidad. Esta conceptualización patológica, consistente con los principios conservadores de la época, fue puesta en tela de juicio en los años setenta por el movimiento homosexual de los derechos civiles. Como resultado, la psiquiatría oficial se enzarzó con grupos liberales homófilos en un amargo debate público.En 1974, ante el asombro del mundo de la medicina, la fuerza política de los grupos defensores de la causa homosexual logró que la Asociación Americana de Psiquiatría sometiera a un referéndum democrático sin precedentes la validez diagnóstica de la homosexualidad. En el plebiscito, el 58% de más de 10.000 psiquiatras votó a favor de eliminar la homosexualidad de la clasificación oficial de enfermedades mentales.

Hoy, en Estados Unidos, lo' mismo. que en muchos países occidentales, ya no se considera la homosexualidad como una enfermedad mental. Sin embargo, algunos clínicos, particularmente psicoanalistas, continúan opinando que la perspectiva no patológica de la homosexualidad supone una trágica capitulación a presiones extracientíficas. Esta postura, no obstante, contrasta con la visión más generosa qi~e el mismo Sigmund'Freud tenía sobre los instintos. En 1935, en su famosa carta a una madre americanapreocupada por la homosexualidad de su hijo, Freud escribió: "La homosexualidad, ciertamente, no es una ventaja, pero no es para avergonzarse, no es un vicio, no es degradante, no se puede clasificar como enfermedad... El perseguir la homosexualidad como un crimen es una gran injusticia y también una crueldad...".

Si consideramos la salud mental como la ausencia de enfermedad mental o simplemente como el sentimiento de que la situación global del ser humano tiene sentido y vale la pena, o bien como la capacidad de amar, trabajar y ser felices, es evidente que la homosexualidad en sí no es incompatible con la salud mental.,De hecho, muchas de las alteraciones psicológicas que se observan en algunos homosexuales son mera consecuencia de la exclusión, el estigma, el miedo, el aislamiento y la ruina social producidos por una sociedad hostil.

En 1981 surgió la maldición devastadora del sida. Identificada como la plaga gay, la epidemia ha dado un revés dramático a la causa homosexual y ha enfrentado a los hombres homosexuales con su mayor reto, probando hasta el límite su valor frente a esta última y cruel adversidad. Por otro lado, el sida se ha convertido en una metáfora. Para unos representa el "castigo de Dios contra una sociedad que no cumple con las reglas". Para otros con mentalidad de culpar a ¡a víctima, el sida es el medio para repudiar "intimidades ¡lícitas" y para reafirmar con fervor moral los valores heterosexuales de la mayoría.

Hoy día, los homosexuales continúan siendo presa de múltiples ideologías que les niegan la dignidad. El intenso conflicto sobre la homosexualidad y el sufrimiento humano que conlleva nos desafían a esclarecer el valor social y el papel que desempeña el sexo en la existencia humana. Pues, en definitiva, la homosexualidad no es una cuestión de salud mental, sino un reto sociopolítico y, últimamente, un dilema moral.

Luis Rojas Marcos, psiquiatra, dirige el sistema hospitalario municipal de salud mental de Nueva York.

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