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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Detener los combates

HA EMPEZADO a correr la sangre en Yugoslavia. Los combates entre unidades del Ejército federal y los destacamentos de "defensa territorial" creados por las autoridades de Eslovenia han causado ya un elevado número de muertos y heridos. También se han producido enfrentamientos en otros lugares y crece la amenaza de una guerra civil generalizada. En esta situación, los organismos europeos no pueden permanecer en una actitud de indiferencia o pasividad.Reunidos en Luxemburgo, los jefes de Estado y de Gobierno de los Doce han dado prioridad al tema yugoslavo y han decidido enviar una misión diplomática de urgencia para presionar a favor de un alto el fuego inmediato. Es una decisión acertada, que será, sin duda, completada con otras. En su reciente reunión de Berlín, la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) creó un organismo especial cuya misión es, precisamente, prevenir y evitar los conflictos que surjan en nuestro continente. Ahora es la ocasión para ponerlo en funcionamiento sin demora, con toda la autoridad que debe darle el hecho de que en la CSCE participan todos los Estados de Europa, y además, EE UU y Canadá. No es concebible que los pueblos de Yugoslavia puedan enzarzarse en una guerra de imprevisibles consecuencias para ellos y para los países de la zona.

Los problemas nacionales yugoslavos, potenciados por el derrumbamiento del sistema establecido por Tito al término de la Segunda Guerra Mundial, exigen racionalidad, concertación y concesiones mutuas. Es demagógico y criminal lanzar ahora a combatir a jóvenes de unas u otras repúblicas por causas que, en último extremo, sólo podrán resolverse en una mesa de negociación. Las operaciones del Ejército federal, oficialmente encaminadas a ocupar las fronteras exteriores del Estado, sólo pueden causar sufrimientos, generar odios y dificultar la vía del ineludible diálogo. Por otra parte, no está claro qué autoridad controla hoy por hoy al Ejército: éste se halla supeditado, en principio, a la presidencia colectiva, pero ésta ha sido anulada a causa de la insensatez del presidente serbio, Milosevic, a quien corresponde gran parte de la responsabilidad de lo que está ocurriendo.

En estos momentos, la demanda del Gobierno federal de que cesen los combates y de que se suspendan durante tres meses las acciones susceptibles de agravar la situación es razonable. La respuesta negativa del Gobierno de Eslovenia es incomprensible y refleja una exacerbación nacionalista totalmente contraria a la necesaria actitud conciliadora. En todo caso, en esta etapa histórica en que las soluciones supranacionales se imponen cada vez más, no vale el argumento de que el conflicto yugoslavo es un asunto interno. La CSCE tiene todos los títulos para tomar cartas en el asunto, sin que ello implique ningún reconocimiento para nadie. Lo importante es lograr el alto el fuego y que las partes se sienten a negociar. Al mismo tiempo, la mediación europea debe ayudar a encarrilar una negociación que enfoque el futuro de Yugoslavia de acuerdo con la voluntad de los pueblos y las necesidades de las sociedades modernas.

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