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La lava sepulta varias localidades en Filipinas

Más de medio centenar de personas han muerto y muchas otras más han resultado heridas hasta ahora como consecuencia de las reiteradas explosiones del volcán filipino Pinatubo, situado en la norteña isla de Luzón, a menos de cien kilómetros de Manila y a escasa distancia de las dos mayores instalaciones militares de que dispone Estados Unidos en Filipinas. Una de ellas ha sido evacuada por completo. Los daños materiales de la catástrofe son enormes. Varios pueblos han sido sepultados por la lava, y muchas casas de ciudades cercanas se han derrumbado por el impacto de las rocas.

Escenas de auténtico pánico se vivieron durante todo el pasado Fin de semana, una vez que el viernes por la tarde el volcán de Pinatubo, extinguido desde hace más de 600 años, volvió a escupir con fuerza gas, ceniza y rocas ardientes, mientras una tormenta tropical provocaba fallos en el suministro eléctrico en una gran parte del área afectada y dibujaba un panorama si cabe más tétrico.A primera hora del domingo comenzó de nuevo la actividad casi al tiempo que en Manila se sentía un fuerte temblor sísmico que no causó víctimas ni daños. El aeropuerto de la capital permanece cerrado al tráfico desde el sábado. El Pinatubo había entrado por primera vez en fase de erupción el pasado día 9.

Las dramáticas previsiones de los especialistas, que anunciaban una explosión aún más fuerte para las próximas horas, fueron revisadas anoche por el Instituto Sismológico y Vulcanológico de Filipinas, que afirmó que es muy probable que lo peor haya pasado ya.

En cualquier caso, el área de peligro se ha extendido hasta un radio de 40 kilómetros, y nadie descarta una tragedia mayor.

Miles de personas presas del pánico continuaban huyendo ayer sin rumbo fijo, apiñadas en autobuses, automóviles particulares, camiones, carros o simplemente a pie, de pueblos y ciudades próximos al volcán de Pinatubo. Muchos iniciaron la fuga protegiendo sus cabezas con paraguas o toallas con la esperanza de zafarse así del impacto de la lluvia de rocas o de las cenizas.

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Evacuación

Las autoridades han ordenado la evacuación de Los Ángeles y de San Fernando, situadas a 30 kilómetros del Pinatubo, dos ciudades muy pobladas.

La base aérea norteamericana de Clark se halla completamente vacía desde el sábado. Todo el personal militar y sus familias, que se cifran en torno a 15.000 personas, han sido trasladados a la base naval de Subic. El Gobierno norteamericano ha decidido repatriar temporalmente a más de 20.000 de sus compatriotas.

Es previsible que la catástrofe del Pinatubo tenga una influencia en las bases norteamericanas en Filipinas, sobre cuyo futuro Washington y Manila están a punto de llegar a un acuerdo.

En realidad, el ministro filipino de Asuntos Exteriores, Raúl Manglapus, afirmó días atrás que es muy probable que el acuerdo pueda firmarse esta misma semana.

Los dos países deben llegar a un acuerdo antes de que expire, en el próximo mes de septiembre, el actual contrato de arrendamiento. Filipinas ha propuesto el mantenimiento de las bases por otros siete años, frente a los 10 que pide Washington, y un pago anual de 825 millones de dólares, cantidad que los norteamericanos quieren rebajar.

La lava ha sepultado pequeños poblados, ha destruido puentes y presas y ha causado derrumbamientos de edificios enteros, por lo que se teme que el balance de víctimas pueda ser mucho más elevado. Noticias no confirmadas indican que un centenar de personas ha muerto en el pueblo de San Marcelino, en la provincia de Zambales.

Una norteamericana pereció en la base de Subic al desplomarse el tejado de su casa por el peso de las cenizas volcánicas. En la ciudad de Olongapo, muy próxima a Subic y a unos ochenta kilómetros al noroeste de Manila, parte de la techumbre del hospital municipal se hundió el sábado por la noche, causando la muerte de ocho personas. Un ala de una escuela que había sido utilizada como centro de refugio se vino abajo en lo que pudo haber sido una gran tragedia, porque en el interior se encontraban numerosas personas, pero sólo hubo que registrar siete muertos.

Entre tanto, en el sur de Japón, el volcán Unzen, a 1.000 kilómetros de Tokio y a 50 de la ciudad de Nagasaki, sigue todavía sin apagarse, y los vulcanólogos insisten sobre el peligro de que pueda producir mayores erupciones.

Al menos 39 personas han muerto hasta ahora desde que estalló, el pasado día 3. Alrededor de 10.000 personas residentes en las poblaciones cercanas han sido evacuadas. El Unzen estalló por última vez en el año 1792, lo que causó 15.000 muertos.

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