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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio en Tirana

LA DIMISIÓN del Gobierno comunista de Fatos Nano y el encargo a Ylli Bufi, un ingeniero de 40 años -hasta ahora ministro de Alimentación-, de que forme un Gobierno con la participación de los partidos de la oposición supone la constatación del éxito de la huelga llevada a cabo por los obreros de las principales industrias desde hace, más de tres semanas. A pesar de las elecciones de marzo pasado, que en principio reconocieron el multipartidismo, el descontento popular ha crecido de forma progresiva. De un lado, por causas económicas: en el país más pobre de Europa, las condiciones de vida se han agravado hasta extremos insoportables. También por causas políticas: el Partido del Trabajo (comunista), que ha gobernado con mano de hierro durante más de 40 años, impuso su mayoría en el nuevo Parlamento gracias al voto campesino. De hecho, la liberalización no había llegado al mundo rural. La rutina y la presión del poder dieron a los comunistas una mayoría suficiente para seguir gobernando a su modo.En todas las ciudades, los comunistas fueron derrotados por el Partido Democrático, pero el resultado electoral global causó una profunda decepción entre los obreros, los estudiantes y otras capas sociales. La última huelga, con reivindicaciones económicas y a la vez con la demanda política de la dimisión del Gobierno, ha expresado la voluntad de la población urbana de acabar con la continuidad en el poder de los comunistas y de lograr una democratización efectiva de la vida del país. Para ello, en las negociaciones del partido en el poder con los sindicatos libres y con los partidos opositores, que han desembocado en el fin de la huelga y en el cambio de Gobierno, uno de los puntos concertados es la convocatoria de nuevas elecciones en un plazo no lejano, quizá a comienzos del año próximo.

Es notable el progreso en la conciencia democrática de los albaneses -sobre iodo los jóvenes- en los últimos meses. En un país que ha estado tanto tiempo aislado del resto de Europa, la primera reacción al iniciarse el proceso democratizador fue una emigración masiva hacia Grecia e Italia. El objetivo era salir a cualquier precio de un país en el que no se veía ninguna posibilidad de una mejora de la situación. En la última fase, en cambio, con, la huelga, las protestas cívicas y la propia división en el Partido del Trabajo entre duros y reformistas, el proceso albanés se acerca más al de otros países europeos.

La creación de un Gobierno de coalición no es un remedio milagroso. Los problemas económicos no se resolverán de golpe. Aunque Albania puede tener perspectivas favorables a medio y largo plazo -gracias sobre todo a sus condiciones para la agricultura, su riqueza minera en cromo y su gran potencia¡ turístíco, hoy sin aprovechar-, es evidente que le espera un periodo de grandes dificultades. Ello revaloriza el papel de un Gobierno con presencia de la oposición, que pondrá fin al monopolio comunista y dará más confianza a los ciudadanos. Podrá asimismo gestionar, con más autoridad, las ayudas internacionales, imprescindibles para iniciar la recuperación.

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