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'Wolfie' Mozart divierte a los niños

Conciertos infantiles para jugar y aprender la música clásica

"¿Pero dónde va tanto niño a estas horas?", comenta el taxista mientras nos acercamos al teatro Monumental a las doce de la mañana. En efecto, salen de todos los rincones, dispuestos muchos de ellos a escuchar a Mozart por primera vez. Hasta el 16 de junio, en las mañanas de los domingos, se prolonga el ciclo de conciertos infantiles de la Orquesta y Coros de la Comunidad de Madrid, dirigidos por Miguel Groba y presentados, por Fernando Argenta. La fiesta y el disfrute musical están garantizados.

Inés debe tener unos seis años. "¿Tú sabes quién era Mozart?"'. "Sí, un señor". "¿Y a qué se dedicaba?". "No sé, a dirigir". Más despistado está Lucas, cuatro años, que afirma que Mozart era un cantante que amenizaba bodas (debe ser una reminiscencia de las de Fígaro): "Sí, y cantaba sevillanas". No es la tendencia general, pue- en la sala todos parecen conocer a las mil maravillas el primer movimiento de la Pequeña música nocturna, que entonan a coro: "Chan, tachán, taclián-tachán-tachán; chan, tachán, tachán-tachán-tachán".Gabriel tiene dos años y viene disfrazado de Mozart. "Sus cinco hermanos tocan ya algún instrumento", dice orgulloso su padre. Cuando se invitó a los niños a que viniesen a los conciertos con algún disfraz aparecieron supermanes, Robin Hoods, batmans y Escarlatas O'Hara por doquier. Las madres piensan que la peluca es lo más difícil de imitar en Mozart, pero la imaginación es inmensa y sé ha utilizado papel higiénico y algodones para los tirabuzones y el pelo rizado de Wolfgag Amadeus Mozart, Wolfi entre la chiquillería.

Palomitas para la sinfonía

Primero hay que diferenciar los instrumentos. "¿Veis el clave? Es como un piano, pero más antiguo", dice Fernando Argenta, que añade: "El violín es el instrumento más agudo, y las violas y los violonchelos son más grandes y más graves". Después hay que aprender a escuchar. Por eso nada mejor que prepararse cantando. El ejemplo más sencillo es un canon, y para ello se ensaya: "debajo un botón-ton-ton, que tenía Martín-tin-tin; había un ratón-ton-ton; ay, que chiquitíntin-tin". Un canon de Mozart como audición inmediata complementa lo aprendido. Los niños se van al teatro con sus muñecos, consumen ingentes cantidades de palomitas y patatas fritas y corren que se matan por los pasillos. Algunos llevan instrumentos, como Irene, que interpreta a la flauta el comienzo de la Sinfonía número 40 de Mozart. Víctor pide prestado un violín para tocar la Canción de mayo, pero se niega al final por estar desafinado. "No suena bien" dice.A propósito de la pequeña música nocturna hay un concurso de dirección de orquesta. Hay de todo, desde los niños que imponen un ritmo lento, lentísimo, a lo Carl Bölim, hasta los saltarínes tipo Gómez Martínez. A otros se les van los pies danzando, y algunos utilizan con instinto la mano izquierda.

Los solistas de la Sinfonía de los juguetes, del padre de Mozart, son personajes populares de televisión o del deporte. El Ave verum corpus, escuchado en silencio ejemplar, y la Sinfonía de los adioses, de Haydn, el amigo de Mozart -"precursor de los enlaces sindicales", en frase de Argenta-, con su número de las velitas, ponen punto final al concierto.

Un concierto que los niños piden, a gritos, repetir, porque "el Mozart este es muy marchoso", comentan.

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