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Los racistas se oponen "a muerte" a la reforma surafricana

Dos de los últimos pilares del apartheid se han desplomado por los suelos provocando un gran aplauso, algunas reservas y una cruda advertencia desde los blancos más conservadores: antes se dejarán matar que entregar sus tierras. Las dos leyes, la ley de la tierra y la ley de las áreas raciales, fueron oficialmente abolidas con la oposición de sólo 30 parlamentarios del Partido Conservador y el apoyo de la mayoría del Parlamento y de amplias capas de la población. Pero quienes rechazan la reforma, la rechazan de plano y parecen dispuestos a combatirla.

La ley de áreas raciales comprendía un amplio abanico de leyes y reglamentos, incluyendo documentos de identidad, certificados de nacimiento y matrimonios. Etiquetando a las personas desde su nacimiento, según su raza, esta ley era el principal sostén del apartheid. Sin ella, la discriminación racial no tiene apoyo legal.La ley de la tierra y la de áreas raciales fueron responsables de la expulsión de sus hogares de unos tres millones y medio de personas. Grupos familiares y tribales eran trasladados desde las áreas donde habían vivido y cultivado la tierra durante generaciones, hacia zonas frecuentemente baldías. Unas 60.000 personas que poseían derechos legales sobre sus tierras fueron expulsadas de sus propiedades.

Desde el 30 de junio, cuando la abolición de la ley entre en vigor, toda Suráfrica estará abierta a todas las razas. Hay que tener en cuenta que, bajo la antigua legislación, la mayoría de la población de raza negra estaba confinada en un 13% del territorio.

La drástica iniciativa abolicionista ha inflamado a la ultraderecha, que representa a la mayor parte de los blancos que mantienen el afrikaaner como lengua y disponen aún de una enorme influencia económica. Estos blancos temen verse acorralados por los negros, a quienes ahora tendrán como vecinos y competidores.

Jan Hoon, del Partido Conservador, pronunció en el Parlamento una tremenda sentencia: "Tendréis que matarnos para arrebatarnos nuestra amada tierra". Y Robert van Tonder, que encabeza el ala más ultraderechista del Partido Boer, exclamó que desde ahora trabajaría para que se restableciera la República Boer, un sueño político en torno a un Estado exclusivamente afrikaaner inspirado en el siglo XIX.

Sin embargo, en el otro bando, los beneficiados por la reforma no se muestran entusiastas. Gill Marcus, portavoz del Congreso Nacional Africano (ANC), dio su bienvenida a ese "primer e importante paso", pero destacó que la abolición de las leyes racistas no significaba que la gente de raza negra pudiera elegir libremente su lugar de residencia, ya que sufrirían aún impedimentos económicos y sociales.

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A pesar de todo, durante los últimos años no ha dejado de desmoronarse el apartheid. En los densos suburbios "sólo para blancos" de Johanesburgo y Ciudad del Cabo, por ejemplo, los negros han empezado a instalarse en edificios donde residen también blancos.

Hoy día, un suburbio como Hillbrow, en Johanesburgo, está ocupado casi en un 90% por negros. Y numerosos hombres de negocios negros, indios y mestizos vienen comprando fincas en zonas blancas, a través de sociedades instrumentales.

Por el contrario, en las zonas rurales, donde los ultraderechistas blancos son más influyentes, no ha existido esta revolución silenciosa. Hace muy poco, militantes armados del Movimiento de Resistencia Afrikaaner se enfrentaron contra policías y soldados en la Granja Goedgevonden, en el Transvaal Occidental, cuando un grupo de 400 agricultores negros -expulsados de la finca hace 13 años- volvieron para reemprender sus labores.

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