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Locos por lo antiguo

La Feria de la Almoneda expone objetos de menos de 500.000 pesetas y anteriores a 1950

La Feria de la Almoneda demuestra que un retrete victoriano de caoba y con escalera puede alcanzar, un siglo después, funciones decorativas ajenas a la noble finalidad con que fue diseñado. Un centenar de almonedistas de nueve autonomías exponen piezas de variado estilo y origen en la primera Feria Nacional de la Almoneda, que se celebra en el recinto ferial de la Casa de Campo hasta el 8 de junio. Todas estas realizaciones artísticas y artesanas tienen como denominador común una procedencia anterior a 1950 y un coste inferior al medio millón.

"En Galicia, comprando santos a 10 pesetas y vendiéndolos a cinco duros, comencé a adentrarme en el mundo del comercio de los objetos antiguos", rememora Venerando Lamas, un almonedista que vende artesanía del pasado en la feria. Un velocípedo, con sus dos ruedas de desigual dimensión, se ofrece por 275.000 pesetas. "Lo difícil es montar en él, hace falta ser medio equilibrista", comenta uno de los trabajadores del recinto donde se expone. Apoyada en la pared se muestra una rueda de afilador que recorrió pueblo a pueblo, toda la Península hace cien años y que cuesta 175.000 pesetas. Un tango suena con la cadencia lenta de los antiguos discos de piedra. El aparato del que procede la música es un curioso gramófono de bolsillo, un Mikiphone que puede desmontarse, quedando convertido en una caja del tamaño de un sencillo. Este compacto de los años veinte puede conseguirse por 120.000 pesetas. "Nos dedicamos a todo tipo de máquinas musicales", explica Nacho Murillo, valenciano dedicado a la compraventa de artilugios sonoros. Varios gramófonos Edison de rodillo y una máquina de escribir son exponentes de la mecánica de finales de siglo.

Elementos decorativos

Los útiles de pastoreo y labranza aumentan su valor con los años. Trillos para desmenuzar el trigo se utilizan ahora como ornamentos. Tablas de lavar, mantequilleros y yugos cobran valor como elementos decorativos. También las antiguas medidas utilizadas en el comercio: robos, almudes y cuartales pueden reconvertirse en floreros. "La mayor parte de los clientes son personas que poseen casas de campo", asegura Juan Ramán Ferré, almonedista de la localidad oscense de Barbastro, especializado en piezas rústicas."Algunos dicen que vamos engañando a los paisanos de las aldeas porque les compramos trastos viejos a cuatro perras y luego las vendemos al triple, pero, ¿quién sabe el valor real de las cosas?", se pregunta el gallego Venerando Lamas. Así ha conseguido hacerse con piezas de cerámica de alfares ya desaparecidos. Gundivos, lañoa niñodaguia son tipos de loza popular gallega objeto de culto para coleccionistas. "Hay un señor en Valencia que tiene 3.000 piezas de barro de toda España, y me llama de vez en cuando para ver si tengo algo que le interese", cuenta Lamas.

Armaduras, coches de niño de hace un siglo, centrales telefónicas ya en desuso, gafas, alambiques, libros y monedas son algunas de los objetos antiguos que se pueden encontrar en los 2.000 metros cuadrados de exposición. Junto a ellos, muebles, lámparas y espejos art déco y libros decanos como un Quijote ilustrado del año 1740.

Hace 150 años

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Años y cifras separan los objetos de una feria de anticuaria de otra de almonedismo. Almonedistas y anticuarios son, a menudo, la mismas personas que, en unos casos venden piezas anteriores a 1.950 y con un coste no superior al medio millón de pesetas y en otros ofertan antiguedades de hace más de 150 años a precios con límites poco definido. "No es que aquí traigamos la quincalla, pero en una feria de anticuarios no tendría cabida una rueda de afilador o un alambique de cobre", dice un expositor.

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