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A tiros por los papeles

Un pastor mata a su patrón por no regularizar su situación laboral

La España de los años del blanco y negro ha asomado con un episodio trágico en el pequeño municipio aragonés de Muel. Un pastor mató a tiros a su patrón porque éste se negó a firmarle los papeles que regularizaran su situación laboral y le permitieran acogerse al paro. Personaje controvertido de un mundo cerrado, residual y anacrónico, Miguel Gil pensó que la justicia no era un camino accesible para él. Como tantos otros que todavía pueblan el universo de los santos inocentes, éste es uno de esos hombres que sólo creen en la firma, en la Guardia Civil y, en todo caso, en su propia justicia.

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"Sólo pensaba dejarle maltrecho"

No eran todavía las cinco de la tarde del domingo 19 de mayo cuando el pastor Miguel Gil entró en el bar El Galo, del pueblo aragonés de Muel, y dio las buenas tardes. Traía pólenes de los álamos enredados en la gorra calada y en la chamarra verde. Y es que fuera, en la plaza de ese municipio próximo a Zaragoza de apenas 1.200 almas, el soplo del cierzo jugaba con los algodoncillos del polen arremolinándolos como si fuera una nevisca. En esa tarde de primavera incierta, el viento recorría las calles de Muel como un escalofrío destemplado. Miguel Gil se acodó en la barra y pidió un café poco cargado y ocho paquetes de Ducados. "Ya he quitado al Alba, para que lo sepáis". "Que me lo he cargado, que me he cargado al Alba", repitió con voz queda.Los dos parroquianos y Feli, la dueña del establecimiento, se cruzaron miradas incrédulas, conocidas las fantasías de aquel hombre, casi un forastero, porque no hacía ni cuatro años que había empezado a dejarse ver por el pueblo.

Algo malo se barruntó la mujer cuando el pastor se entreabrió la chamarra para mostrarle la escopeta recortada, pero Feli, la de El Galo, no quiso darle crédito. Pensó que, en todo caso, aquel hombre que alguna vez había fantascado, "sin hacer mal a nadie", diciendo que estaba casado con la hija de un amo y que tenía no sé cuánto dinero a renta fija, no había faltado a la verdad en lo referente a que tenía una escopeta recortada. "¿Y cómo le iba a creer yo viéndole allí, tan sereno y tan normal, tomándose el café?".

Miguel Gil pidió el número de teléfono del puesto de la Guardia Civil -"mejor me entrego antes de que me busquen"-, pero Feli, no sabe muy bien por qué, le contestó que ella no tenía el número.

En realidad, el ganadero Cosme Alba llevaba ya más de tres horas desangrado sobre su tractor en el secarral de la Dehesca, a cuatro kilómetros del pueblo, aunque la gente de Muel no se dio por aludida hasta mucho más tarde, a primera hora de la noche. Así que, terminado el café, Miguel Gil recogió sus paquetes de tabaco y, renqueante con su paralis del lado izquierdo, se encaminó trabajosamente hacia el cuartel de la Guardia Civil, en las afueras.

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La autoridad suprema

Unas semanas antes, el pastor se había presentado en el puesto de Muel reclamando a la Guardia Civil para que obligara a Cosme Alba a firmarle los papeles del subsidio. "Pensaba que nosotros, la Guardia Civil, éramos la autoridad suprema", dice el cabo primero que le atendió. "Le aconsejamos que, si su patrón no le tenía asegurado, que fuera a Magistratura, a los sindicatos o a algún abogado laboralista; pero, por lo visto, creía que esas cosas no eran para él". Con todo, a título particular, el mando de la Guardia Civil del puesto de Muel telefoneó a Cosme Alba, en el mtento de propiciar un acuerdo. "No me dijo ni que sí ni que no; sólo que ése era un asunto que tenía que hablar con sus gestores".

Aunque el cabo niega que Miguel Gil anunciara delante de él el propósito de tomarse la justicia por su mano -"habría temdo que detenerle" , todo el mundo en Muel sabía, y no quería creerse, las amenazas del pastor. Sólo una semana antes, Miguel Gil y su patrón, un rico agricultor y ganadero que llegó al pueblo hace más de 10 años, se habían enzarzado en una discusión violenta que acabó con la amenaza recíproca de utilizar las escopetas.

El presunto, de 55 años, soltero, natural de Cella (Teruel), huérfano de padre y madre desde la guerra civil, criado en un orfanato y con 20 años de servicio en la Legión, de donde desertó tres veces, empezó a preocuparse de los papeles hace cosa de dos años, después de caer enfermo. "Un día que tuve que dormir mojado me puse malo y se me agarrotaron los nervios, que me dijo el curandero". Una afección vascular cerebral con consecuencias reumáticas no graves, según don Marcos, el médico de Muel. Don Marcos le fírmó la últirna alta una semana antes del suceso, y no sabe si este paciente tenía al día sus cotizaciones a la Seguridad Social.

Hace dos años, Miguel Gil empezó a trabajar para otro amo, un ganadero llamado Cabetas; pero el difunto, de 51 años, padre de familia "muy trabajador, eso sí" , volvió a buscarle con una oferta mejor. "No quedan muchos pastores por aquí; sólo media docena, con salarlos de 60.000 o 70.000 al rnes", dice Venancio Irigoyen, el alcalde, socialista, de esta población que vive del campo y de la fábrica cernentera. Miguel Gil dormía en una de las casas de Cosme Alba y no tenía queja del sueldo: "Me pagaba..., pues lo justo". Fueron los papeles; el miedo, justificado o no, a quedarse inválido y sin recursos; la creencia, equivocada o no, de poseer un derecho, lo que envenenó decididamente a este hombre.

El caso es que el domingo 19 de mayo, Miguel Gil cogló su repetidora de cinco tiros -"que la recorté para entrarla en la maleta que yo tengo" , atravesó la chopera del ribazo y siguiendo una estela ascendente de amapolas se llegó hasta La Dchesica. Allí, en pleno secarral, un terreno extraordinariamente duro, abrupto e inhóspito, el presunto, bien oculta la escopeta, se encontró con su compañero Graciano Traid y entabló conversación, a la espera de su patrón, seguro como estaba de que Cosme Alba aprovecharía el domingo para preparar la tierra pensando en el pasto de sus ovejas.

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