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"Sólo pensaba dejarle maltrecho"

"Es usted Graciano Traid, ¿verdad?". "No señor, no soy". "Hemos visto una foto suya, y se diría que es usted". "Pues mal puesta esa foto; ahora todo son líos para mí". A la puerta de la paridera, la majada donde sus animales siestean a salvo de la solanera de la tarde, Graciano, el único testigo, entorna los ojos, brillantes, y no por culpa del sol precisamente. "Cuando Alba llegó con el tractor allá al secarral, el otro se sacó la repetidora y se le echó encima. '¿Qué haces tú aquí', le dijo el amo. '¿Que qué hago? Ahora te vas a enterar', y le disparó un tiro, y luego los otros tres que llevaba. A mí no me dejó moverme porque se volvió y me dijo: 'No te muevas que te tiro".Graciano, de 62 años, toda la vida de pastor, se toca el corazón con sus manos sarmentosas. "Sentí el cartucho aquí, aquí", dice. "No está bien tener a un hombre sin seguro ni nada, pero, entre españoles, tampoco se puede matar así a una persona que está trabajando". Graciano piensa que a Miguel Gil nadie le ha hecho caso, nadie le ha tomado en serio -"ni el amo ni la Guardia Civil"- y cree que ese hombre estaba decidido y que "mismo le da estar en la cárcel que estar aquí". De momento, no es que ande totalmente desencaminado, porque el presunto homicida asegura que no se encuentra a disgusto en la prisión provincial de Torrero. "Nunca había comido tan bien. Si hasta a veces no puedo acabar con tanta comida".

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A tiros por los papeles

Dice que lloró, sí, cuando contó todo ante el juez, pero subraya con un gesto de fatalidad que no le quedaba otra solución, que se había gastado su último dinero. Parco en palabras, aunque sin grandes problemas de expresión, Miguel Gil no acierta a determinar cuál era exactamente el papel que debía firmarle su patrón. Y tampoco el juez instructor, Javier Cantero, dispone de algo más que de la idea imprecisa de que el detenido buscaba acogerse al desempleo porque se encontraba físicamente mal. El pastor Miguel Gil sólo repite que Cosme Alba no le tenía asegurado, y que cuando llegó al secarral lo que pensaba era dejarle maltrecho, no muerto. "Si cuando le tiré a la pierna me llega a decir que firma, entonces no le echo los otros cartuchos".

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