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Crítica:NUEVAS MÚSICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De película

La anunciada ausencia del compositor norteamericáno Philip Glass, creador de la partitura de Koyaanisqatsi, debido a la grave enfermedad de su esposa, tuvo como Jonsecuencia una menor asistencia de público de la prevista. Lo realmente significativo, al margen de presencias, en este caso más o menos simbólicas, es que allí estaban reunidos los instrumentistas habituales del conjunto de Philip Glass más algunos invitados (nueve músicos en total), así como el hombre que los dirige, Michael Riesman, batuta en mano, dispuestos a interpretar en directo la banda sonora de esta película de extraño título.Antes de: que en 1927 Al Johrison se pintase la cara de negro para El cantante de jazz, orquestas o pianistas animaban las películas mudas en las salas de exhibición. En ocasiones, esos artistas eran de tal enjundia que algunos espectadores en lugar de asistir a la proyección del filme, permanecían en la antesala para no perderse ni una nota. Así al menos lo contaba el compositor Darius Milhaud, que escuchó al gran Ernesto Nazareth en un cine de Río de Janeiro.

Koyaanisqatsi, en directo

Philip Glass Ensemble. Aforo: 1.300 personas. Precio: 2.500 pesetas. Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 11 de mayo.

En esta oportunidad, nadie se quedó fuera del local, el mismo que hace dos años recibió al Napoleón de Abel Gance, recuperado por Francis Ford Coppola y proyectado con el acompañamiento de una orquesta que dirigió el recientemente fallecido Carmine Coppola. El propio Francis Ford, cuyo nombre encabeza los títulos de crédito de Koyaanisqatsi (1983), avala esta película de Godfrey Reggio, sin diálogo y sin narración, estrenada en Madrid en 1985.

La sesión se inicia con una voz grave y profunda que va repitiendo la palabra koyaanisqatsi, vocablo de los indios hopi que significa "vida loca, sin equilibrio". Acto seguido la cámara se desliza por paisajes rocosos, sobrevuela un mar de nubes y desemboca en un océano de olas mientras la música suena contenida, majestuosamente serena. La música, basada en estructuras repetitivas, se torna obsesiva a medida que van surgiendo en el paisaje las obras del hombre, y alcanza el paroxismo con la bulliciosa actividad de los seres humanos en las grandes urbes. La música de Philip Glass sustituye de forma aventajada cualquier tipo de comentario verbal, y durante 88 minutos se asiste a una orgía de sonidos y estímulos visuales.

Al final resuenan unas profecías de los hopi con una idea común, que el hombre está destruyendo la Tierra.

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