La difícil madurez de los Verdes
La unificación alemana desgarra al partido ecologista
Los Verdes alemanes han criado en su seno una auténtica sopa de letras, un virtual reino de taifas, cada vez más difícil de descifrar. La vieja división entre realos -dispuestos a entrar en el juego político institucional- y fundis -reacios a cualquier tipo de compromiso- ha desaparecido en favor de, por lo menos, cinco grupos con matices diferentes y estrategias diferenciadas. El trauma, aún no resuelto, de la unificación alemana, que supuso su salida del Bundestag en diciembre, junto a los recientes éxitos regionales en Hesse y Renania-Palatinado, ha exacerbado aún más las tensiones que estallaron en el último congreso.
Al menos cinco grupos diferenciados se disputan ahora el control del partido. Los realos, encabezados por el veterano Joschka Fisher y otras figuras de la vieja guardia, pese a formar parte de los Gobiernos regionales de Baja Sajonia, Hesse y estar a punto d entrar en Renania-Palatinado fracasaron en su intento de hacerse con el poder en el congreso de Neumünster. Paradójicamente, en el mismo congreso los ecologistas radicales de izquierdas, el reducto fundi más ortodoxo, encabezado por la carismática Jutta Ditfurth, anunció su salida del partido, al que acusó de "derechizarse y aburguesarse".Aparentemente, el gran vencedor del congreso de Neumünster, por lo menos en función de los resultados, fue el grupo denominado Linke Forum. Los dos miembros de la pareja elegida para la cúpula del partido, Christine Weiske y Ludger Volmer, pertenecen a este grupo. Siempre en relación al resto, Linke Forum se compondría de fundis moderados, dispuestos a ciertas concesiones, aunque opuestos claramente a los realos.
Otros dos grupos, Aufbruch (Amanecer) y Bürgerbewegung (Movimiento Ciudadano), más próximos a los realos, tampoco consiguieron imponer sus criterios en el congreso.
No se abolió, por ejemplo, la regla que impide ostentar un puesto de diputado al tiempo que tener responsabilidades en el partido. Especialmente dura fue la derrota de la candidatura de Antje Vollmer, una de las pocas militantes verdes del primer momento que no ha abandonado el partido y que, como portavoz de su grupo en el Bundestag, consiguió hacerse con el respeto de la clase política alemana y, lo que es más importante, de la opinión pública.
La imagen transmitida a la opinión pública alemana, vía televisión, de unos compromisarios vociferantes disparándose con pistolas de agua, o de otros armados con un megáfono imponiendo su discurso una vez que se les había agotado el tiempo, contrastaba radicalmente con la de Joschka Fisher y sus colaboradores en la toma de posesión del Gobierno de Hesse, o la de la candidata verde en Renania-Palatinado, Giselle Bill, discutiendo su participación en el Ejecutivo de Maguncia con el socialdemócrata Rudolf Scharping.
Decepción para el SPD
En las filas del SPD y, en general, entre la izquierda alemana, el congreso de Neumünster ha caído como un jarro de agua fría. Para la socialdemocracia, cuyas filas se han nutrido en los últimos años de un buen número de verdes desencantados, el súbito renacimiento de los ecologistas y el hecho de que fuera protagonizado por sus elementos más moderados abría de nuevo la posibilidad de encontrar un socio aceptable a su izquierda con el que poder coaligarse y desplazar a los conservadores del poder.
Pero el problema al que se enfrentan las bases del partido y, especialmente, los compromisarios que votan en los congresos, es que se resisten a perder la virginidad izquierdista. El tema ecológico ha entrado a formar parte plena de las preocupaciones políticas de todos los alemanes.
En algunos casos, las soluciones son idénticas, y en otros difieren, pero ya no existe el tema como banderín de enganche exclusivo de los verdes. Otro tanto sucede con el tema de las minorías o en el de los derechos de la mujer.
¿Qué queda, pues, como seña de identidad del partido? El próximo presidente del SPD, Bjorn Engholm, los definía como una partido "liberal de izquierdas" y consideraba que no había que descartar, llegado el caso, a una coalición de Gobierno. Las experiencias de gobierno rojiverde en Baja Sajonia y Hesse funcionan a la perfección. Scharping, en Maguncia, se apresuró a lamentar el espectáculo de Neumünster, pero indicó que mantenía su oferta a los verdes de Renania-Palatinado para formar Gobierno. "Los de aquí", dijo, "son diferentes".
Tanto Weiske como Volmer, los nuevos líderes del partido, han dado ya las primeras muestras de querer encontrar una síntesis que les permita un trabajo político en las instituciones.
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