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Un polémico aprobado para Mitterrand

Duro debate político en Francia al cumplirse 10 años de socialismo en el poder

Un vivo debate político acompaña estos días la conmemoración en Francia del décimo aniversario de la presidencia de François Mitterrand. Mientras el Partido Socialista francés (PS) se atribuye las rosas de la modernización del país, la oposición exhibe las espinas del incremento del paro, las desigualdades sociales, el racismo y la corrupción. Los ciudadanos también se interrogan sobre los cambios que han sufrido sus vidas en estos diez años. La mayoría de la población francesa otorga a Mitterrand un aprobado o un notable, pero es mucho más dura con su partido.

En el cartel con el que el Partido Socialista festeja el cumpleaños, el puño que en 1981 sostenía una rosa se ha convertido en una mano abierta que esparce pétalos de esa flor. "Diez años sembrando", afirma el lema del cartel. Sembrando -según Pierre Mauroy, secretario general del partido- "progresos históricos", como la jubilación a los 60 años, la quinta semana de vacaciones anuales, la abolición de la pena de muerte, la igualdad en el trabajo de las mujeres y el renacimiento cultural de Francia.La oposición aprovecha esta ocasión para cosechar descontentos. "No pensábamos conceder la menor importancia al aniversario, pero ante la autosatisfacción de los socialistas hemos decidido que había que poner las cosas en su sitio", explica Gérard Longuet, líder del Partido Republicano. Esa formación centrista también ha escogido la rosa para recordar el cumpleaños presidencial de Mitterrand, pero las leyendas de sus carteles proclaman que nunca se habían visto en Francia tantos escándalos, tantos parados, tantos impuestos, tantos inmigrantes clandestinos.

El neogaullista RPR de Jacques Chirac ha optado por los niños. Varios chavales interpelan directamente a los franceses con preguntas como: "Dime, papá, ¿después de la escuela viene el paro?", o "Dime, mamá, ¿qué eran antes los nuevos pobres?". Una leyenda subraya: "Tienen 10 años, no conocen más que el socialismo".

"Cambiar la vida", predicaban en 1981 los socialistas. Hoy puede decirse que la vida les ha cambiado a ellos. Al instalar a la izquierda francesa en el poder, Mitterrand la ha llevado a romper con sus propios mitos colectivistas y tercermundistas y a reconciliarse con la economía de mercado, el Ejército, las instituciones creadas por De Gaulle y la hegemonía mundial de Estados Unidos.

Las encuestas publicadas estos días por la prensa francesa revelan que los socialistas han decepcionado a muchos de sus votantes en los terrenos en que prometían hacer algo diferente. Ahora hay un millón más de desempleados que en 1981; las desigualdades sociales son más profundas; la corrupción política, más evidente; la xenofobia y el racismo, más palpables; la ultraderecha, más osada; la educación pública, más desprestigada, y los degradados suburbios urbanos están al borde de la explosión.

Dinero loco

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Paradójicamente, la derecha reprocha al PS este incumplimiento de sus promesas. "La década socialista", dice el republicano Longuet, "ha sido la del dinero loco, la de la consigna de que cada cual se las apañe como pueda". Para Jacques Chirac, los escándalos financieros son la prueba del "engaño moral" de los socialistas.

En cambio, nadie niega que los socialistas han triunfado allí donde menos se esperaba. Han contenido la inflación, han controlado el déficit presupuestario, han hecho del franco una moneda fuerte, han dado vida a la Bolsa de París y han mantenido un buen nivel de crecimiento económico. Su conversión al liberalismo ha sido tan profunda que en el panteón socialista el hombre de negocios marsellés Bernard Tapie ha terminado por sustituir a Jean Jaurès.

Los socialistas, afirma Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur, estan afectados hoy por "una especie de esquizofrenia política". En su opinión, el problema es que, a diferencia de lo que hicieron los socialdemócratas alemanes en 1959, en su congreso de Bad-Godesberg, el PS "nunca ha reconocido formalmente su aggiornamento".

Buena popularidad

Mitterrand es el menos afectado por esa situación. Sopla las velas de su pastel de cumpleaños en el Elíseo con un buen nivel de popularidad: un 52% de los franceses siguen otorgándole su confianza.

Ésa es la razón por la cual la oposición deja de lado la figura presidencial y concentra su artillería pesada en el debilitado PS. Y es que en el fondo sus compatriotas nunca han considerado a Mitterrand un socialista ortodoxo. Ya Guy Mollet, el dirigente de la izquierda francesa en la posguerra, solía decir: "Mitterrand no es socialista; tan sólo ha aprendido a hablar como un socialista".

La historia de la década es la de una paulatina separación entre el presidente y el partido que él fundó y utilizó como una máquina para la conquista del poder. Mitterrand contempla hoy con distancia olímpica las querellas intestinas, los escándalos financieros, la debilidad parlamentaria y la incongruencia doctrinal que corroen el PS.

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