Alarma en EE UU por la hospitalización de Bush
La preocupación provocada el sábado por la hospitalización repentina del presidente George Bush tras sufrir una arritmia cardiaca cuando realizaba ejercicios de jogging en su residencia campestre de Camp David continuaba ayer, aunque sin la intensidad inicial, a pesar de los resultados favorables de los primeros exámenes médicos y las optimistas declaraciones ("su estado es fabuloso") de su mujer, Barbara. Ante la persistencia de la arritmia en la mañana del domingo, los médicos ordenaron la permanencia de Bush en el hospital naval de Bethesda.
"[El presidente] ha dormido como un niño, y su estado es fabuloso. No siente ningún dolor ni ninguna tensión", declaró la primera dama a la salida del hospital de Bethesda, donde el presidente fue trasladado en helicóptero desde Camp David.Bárbara Bush, que pasó la noche con su marido y se dirigió por la mañana a la Casa Blanca para ducharse y cambiarse de ropa antes de regresar al hospital, incluso se permitió una ironía acorde con su humorismo: "Ni siquiera la lectura de los periódicos de la mañana ha conseguido sobresaltar al presidente", manifestó, en una alusión a los persistentes rumores sobre la hasta ahora infundada participación de su marido en un acuerdo secreto con Irán para que no liberase a los rehenes norteamericanos en Teherán hasta después de la toma de posesión de Ronald Reagan.
Sin embargo, a pesar de estas declaraciones optimistas de la primera dama, los médicos del hospital naval de Bethesda, una de las instituciones médicas punteras del país, decidieron prolongar la estancia de Bush en el hospital con el fin de observar el efecto que las medicinas recetadas obraban en su organismo. El presidente estaba siendo tratado con digoxina y procainamida, las drogas que se administran habitualmente en los casos de arritmia cardiaca.
Restar importancia
Después de conocerse el resultado de un electrocardiograma y de unas pruebas de ultrasonido practicadas al presidente, la Casa Blanca, que en todo momento trató de restar importancia a la dolencia de Bush, afirmó categóricamente que el presidente no había sufrido un ataque cardiaco. La misma afirmación fue repetida el domingo por la mañana por el portavoz presidencial, Marlin Fitzwater. "Los análisis de sangre y las pruebas de rayos X corroboran que no hay señales de que el corazón haya sufrido ningún daño" dijo.
La dolencia de Bush fue diagnosticada como una fibrilación auricular o arritmia cardiaca, que se produce cuando el nodo auricular situado en las cavidades superiores del corazón deja de funcionar normalmente y otras células de la aurícula comienzan a disparar impulsos eléctricos provocando un ritmo cardiaco superior al normal.
Bush llevaba practicando jogging unos 30 minutos, cuando se quedó sin aliento. Trasladado a la enfermería de la residencia campestre de Camp David, uno de sus médicos, Michael Nash, ordenó el traslado inmediato al hospital de Bethesda. El presidente subió al helicóptero y entró en el hospital a pie.
Fitzwater, que para no dar impresión de nerviosismo ordenó el cierre de la oficina de prensa de la Casa Blanca tras su comparecencia ante los informadores, manifestó que, aunque el vicepresidente, Dan Quayle, fue inmediatamente informado de la situación, en ningún momento se pensó en una transmisión temporal de poderes, prevista en la enmienda 25 de la Constitución para los casos en que los presidentes "no puedan llevar a cabo normalmente sus funciones".
La posibilidad de una eventual presidencia de Dan Quayle produce escalofríos en Estados Unidos. Quayle, un gris senador por Indiana, de 44 años, cuya elección por Bush para compartir como número dos la candidatura presidencial de 1988 constituyó una de las mayores sorpresas de la campaña, no ha conseguido en más de dos años de vicepresidente convencer al país de que podría desempeñar con éxito la presidencia en caso de fallecimiento o incapacidad del actual titular de la Casa Blanca. Su índice de popularidad, que no llega al 25%, es uno de los más bajos obtenidos por un vicepresidente en ejercicio desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.