ETA coloca dos bombas en un cuartel de la Guardia Civil con 30 personas dentro
Andrea tiene apenas tres años. Andrea no comprende que la organización terrorista ETA intentó en la madrugada de ayer derribar el pequeño edificio en el que vivía, que hace las funciones de cuartel de la Guardia Civil en la localidad navarra de Los Arcos. En el momento de la explosión 30 ocupantes, diez de ellos niños, dormían en su interior. ETA utilizó 40 kilos de amonal y, goma-2 que destruyeron todo el edificio y, provocaron heridas leves a tres personas, que fueron atendidas en el hospital de Estella. Otras 17 requirieron cuidados médicos en el centro de salud de Los Arcos.
Conchita es la madre de Andrea, que juguetea en la casa de unos vecinos con unos juguetes que le son ajenos porque ella ha perdido los suyos. "Mi marido es uno de los ocho guardias que componen el cuartel", indica. "Tenemos dos hijos, el pequeño de cuatro meses y apenas llevábamos unos meses en este cuartel".Conchi narra cómo vivió los hechos: "Recuerdo el ruido, muy fuerte, y cómo todo el edificio parecía venirse abajo. Se oyeron gritos y corrimos a por los niños. Pensábamos que, estaban muertos porque Andrea tiene conectado por las noches un aparato especial para corregir un desvío en sus pies que le impide moverse. Cuando entré en su cuarto" continúa, "mi hija estaba en su cama, llorando, debajo de un montón de escombros y maderas. Me llamaba, pero no se podía mover. Gracias a un milagro ni mis hijos ni los demás sufrimos heridas graves".
Acción fácil
El relato de Conchi es similar al que efectuaron otros ocupantes del cuartel, atacado a las 4.45 horas de ayer por un comando terrorista que sabía que su acción era fácil. El edificio, de tres pisos y con forma de estrella de cuatro puntas, se encuentra situado a las afueras de los Arcos, en campo abierto y sin valla de protección.Según informó la Delegación del Gobierno en Navarra, los terroristas llegaron a la localidad en un vehículo que aparcaron en algún punto de la variante del pueblo, recién inaugurada. Dos de ellos caminaron campo a través unos 350 metros hasta alcanzar sin dificultad los muros de a parte trasera del cuartel, en los que no hay vigilancia alguna.
Los etarras depositaron las bombas en la base de éstos, introducidas en bolsas deportivas, y se alejaron entre los viñedos por los que habían llegado. Instantes después, con un temporizador, accionaron los explosivos. Antes de huir pintaron en la calzada de la carretera las siglos de ETA.
Tras el atentado, algunos guardias salieron a repeler la agresión y efectuaron disparos, pero el temor a posibles bombas trampa y la oscuridad de la noche impidieron una reacción más contundente. Además, el efecto de los explosivos fue involuntariamente aumentado por dos vehículos particulares que los agentes habían aparcado junto a los muros de la parte trasera y que resultaron completamente destrozados.
Los vecinos más próximos acudieron inmediatamente al lugar para ayudar a las familias que al filo de la madrugada estaban en pijama y en plena calle. "Lo hemos perdido todo", indica Conchi, "los niños buscaban sus juguetes. Decían: 'mamá dónde está mi bici, dónde está mi hucha'. Lloraban, aunque puedo decir que no hubo demasiado histerismo quizá porque fue todo muy rápido".
Tres personas fueron atendidas con heridas leves aunque otras 17 requirieron cuidados médicos en el centro de salud de Los Arcos. El sargento Fernando Iglesias, de 45 años, y su esposa, Suzette Azkermann, nacida en Luxemburgo, de 42 años, fueron conducidos en ambulancia al hospital de Estella, aquejados ambos de traumatismos leves y cortes diversos.
Vivirlo para creerlo
Unas de las personas heridas fue la madre de un guardia del cuartel que pasaba cinco días de vacaciones junto a su hijo, recién llegada de Málaga. Tras negarse a dar su identidad, sí afirmó a los periodistas: "Se habla mucho de evitar estas cosas y luego no se hace nada. Hay que vivir lo que hemos vivido hoy para creerlo. Se deben evitar nuevos hechos como éstos".Álvaro y Salvador, de poco más de un año, salvaron su vida de milagro pero sus familias lo han perdido todo. Lo poco que tenían. Cristian, de nueve años, hijo de uno de los guardias civiles, narró así la experiencia: "Primero nos fueron a sacar de la casa pero dijeron que a lo mejor había más bombas fuera. Luego fui a buscar a mi hermano y bajamos al sótano a protegernos. Teníamos mucho miedo. Después nos llevaron a casas de vecinos porque hacía frío y para que durmiéramos".
Una de las bombas explotó a un metro de la cama de teniente José Peñafiel, jefe de línea del puesto, al que llegó destinado hace aproximadamente un ano y medio. "Ha nacido usted de nuevo". le dijo el presidente del Gobierno de Navarra, Gabriel Urralburu."Sólo me falta el chupete" contestó José, que añadió: "Todos estamos vivos de milagro porque han ido a tirar todo el edificio, eso está claro".
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