Daría lo mismo que da
Un grupo de jóvenes multiétnico se ofrecen entre ellos cigarrillos, se dan fuego amigablemente y parecen mantener un diálogo sosegado. El ruido de un furgón de la Policía Nacional que para a escasos metros de esta escena provoca la despedida sosegada de los jóvenes; unos se dirigen al furgón, el único que no fumabamuestra un rostro triste mientras su cuerpo se encoge tras el plumífero, sus manos están esposadas, le acompañan dos chaválotes introduciéndose en aquella cárcel de ruedas.Ahora me doy cuenta: son las 14.30 de cualquier día en la céntrica plaza del Dos de Mayo, permanezco sentado en uno de sus bancos próximo al chiringuito acristalado, misterioso y confidente del trapicheo o trueque de mercancías de dudosa legalidad, estoy Ojeando tras un periódico. Es increíble, sencillamente espantoso, se acaban de llevar al más infeliz, que ni siquiera ostenta el título de camello por falta de puntos. Sin embargo, los secretas, que dejaron de serlo hace mucho, han cumplido un día más en su jornada matinal guardando la ley y el orden, repartiendo cigarrillos rubios entre sus feligreses, que al menos, y eso sí que no podemos negarlo, son fieles. Vaya, pues, un cordial salu-. do para los chapas en nombre de los camellos gansos que también observaban brindando con una botellita de agua el laborioso trabajo de los carnuflados- Jesús Alberto Merchán. Madrid.
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