_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Expo

El próximo sábado faltará un año justo para la inauguración de la Expo 92 en Sevilla. La exposición universal está en marcha. Muchos sevillanos no se lo acaban de creer, y es natural, por otra parte. Mira uno allá lejos el gran recinto de la exposición, y sólo ve grúas, estructuras, la cresta de un puente, si es que el puente tiene cresta, poca cosa. Pero, por dentro, es distintoLas 215 hectáreas de la isla de La Cartuja que abraza el Guadalquivir ya son exposición mundial tangible: las grandes avenidas y las calzadas tributarlas, los puentes sobre el río, el teleférico, el tren monorraíl, los recintos informativos, las áreas de servicios, la gran torre, mirador, la antigua fábrica de cerámicas Pickman, ya están allí y pueden ser visitados. Y ha sido concedida la exclusiva del gazpacho. Y funciona el centro empresarial, y el auditorio exhibe su sorprendente arquitectura, y los pabellones de los descubrimientos van toman de forma, y el hotel Príncipe de Asturias cubrió aguas, entre muchas instalaciones que, en su momento, ofrecerán gusto y acomodo.

La exposición sería también en verano, y como ésta es época tórrida en Sevilla, imposible de soportar a cuerpo enjuto desde la explanada inmensa, hay microclimas, creados mediante velas, chorros de aire, fuentes rumorosas, umbrías frondas, para dar frescor. Lo que no hay son referencias a los apellidos ilustres que han ejercido el poder en Sevilla desde una centuria atrás, pues la Expo 92 va por otro lado. Sin embargo, algunos sevillanos recelan de que este elitismo tradicional vaya a ser sustituido por otro impuesto de Despeñaperros p'arriba, y les toque representar el papel de comparsas en una muestra donde aún no han encontrado sus señas de identidad. De entrada, a la exposición le han puesto de mascota un tal Curro, que ni es Curro, ni Curro tiene ese pedazo nariz nunca vista por estos pagos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_