En recuerdo de Marcelino Villegas

No sé si debiera recurrir a Al-Fatiha para encontrar consuelo a mi pesar; pronunciar esa plegaria que equivale al Padre Nuestro proclamando como lo hacen a diario tantos amigos tuyos, que Dios es el clemente, el misericordioso. Ignoro también si en estas fechas ese árabe brillante, Naguib Mahfouz, conoce la noticia; quizá no, porque te fuiste dejándonos inmersos en la barbarie que asola a ese universo al que pertenecías. Allah 1 rahmo!, dirá con aflicción al enterarse. Lo imagino sentado en el "Ali Babá", el cafetín donde te había citado, su puesto de vigía, me dijiste. Con la cabeza hundida entre las manos, con los ojos enfermos para poder llorarte recordará en silencio al hombre dedicado a difundir su obra, a hacerla suya de tanto bucearla. ¿Intuías que para tu tesis doctoral habías escogido los escritos de un futuro Nobel? Amabas su prosa, creías en él, fue todo. Le seguiste por Midaq en busca de milagros, desmenuzaste sus Dialogadas, sabías que de su léxico fluye el sentimiento amoroso poi, un lugar, por una gente, por un ideal. Presiento que te agradará saber cómo los poetas palestinos de la Resistencia que me ofreciste, de esto hace ya tres meses, me han conmovido.Es ahora, al revivir encuentros como el de aquella tarde en que ya preludiabas tu mal, cuando vuelve a invadirme la sensación de tu desvalimiento. Me dieron la existencia sin consultar conmigo. / Luego aumentó la vida día a día mi asombro. / Me iré sin desearlo, y sin saber la causa / de la llegada mía, mi estancia y mi partida. Nada ha cambiado desde que Omar Kheyyam escribiera este rubái ya hace ocho siglos. Miento, Bagdad sí ha cambiado; esa ciudad que tú callejeaste intenta restañar hoy sus heridas. Arduo trabajo, dirás, la tropelía ensombrece sus vidas. ¿Será mucho pedir desearles la paz? Quiero pensar que tú, estudioso incansable, la has alcanzado.-