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La posible emisión televisada de una ejecución en EE UU origina también un debate en España

La iniciativa de la cadena de televisión estadounidense KQED-TV, que ha pedido a los jueces que se autorice la retransmisión en directo de la ejecución de un condenado a muerte, reabre en España el debate sobre los límites del derecho a la información y el impacto social de la violencia en la televisión, así como sobre la propia pena de muerte. Si los jueces accedieran, dada la dimensión planetaria de la información televisada, a las emisoras españolas se les plantearía el problema moral de ofrecer o no esas imágenes. Unas están inicialmente en contra y otras consideran que sería una cuestión a debatir.

La cadena privada de televisión TELE-5 abrió su programa informativo Entre hoy, y mañana de la noche del pasado miércoles con las imágenes reales de los instantes previos a la ejecución en la silla eléctrica de un condenado a muerte en el Estado de Florida en 1976.Los impresionantes primeros planos del reo hasta el instante en que el verdugo conecta la corriente eléctrica a la silla fatídica, provocaron la conmoción del propio comentarista de TELE5, el periodista Andrés Aberasturi, quien se declaró incapaz de soportar emocionalmente esa escena, pese a no recoger el momento justo de la muerte del reo.

Similar repulsión suscitó en el penalista Carlos García Valdés, ex director general de Prisiones, quien manifiesta no comprender la pretensión de la cadena norteamericana. En su opinión, sería como volver a la teoría de la pretendida ejemplaridad de la ejecución pública, afortunadamente desterrada de los escasos países occidentales que aún mantienen la pena capital. "Se trataría", añadió, "de un paso atrás en la historia".

Una bandera negra

En España, el carácter público de las ejecuciones se suprimió a partir del año 1900. Desde entonces, y hasta que la pena capital quedó abolida por la Constitución de 1978, la única publicidad de las ejecuciones era la patética bandera negra que se izaba en la prisiones donde aquellas tenían lugar.García Valdés no cree que la retransmisión de la ejecución pueda contribuir a otra cosa que a embrutecer todavía más a una sociedad, en su opinión, lamentablemente demasiado habituada a la violencia. Por esta razón piensa que, salvo en aquellos países subdesarrollados donde todavía subsiste la idea medieval de que el castigo público tiene un valor de ejemplaridad, es poco probable que un Estado occidental, donde ya resulta incomprensible que se mantenga la pena capital, acabe autorizando su retransmisión.

La perplejidad del profesor García Valdés es compartida por Teodoro González Ballesteros, catedrático de Derecho de la Información en la facultad de Periodismo de Madrid. Él no cree que la petición de la cadena norteamericana pueda sustentarse sobre la invocación del derecho a la Información. Tal derecho, en opinión de González Ballesteros, quedaría satisfecho con la simple publicación de la noticia. Considera que la "presentación simple, pura y dura de las imágenes de la ejecución sería, en cierto modo, una manipulación, a no ser que fuera acompañada por todos los precedentes del caso, todo ello, con independencia de la reflexión ética sobre si esas imágenes deban o no ofrecerse al público".

. En cambio, Amalio Blanco, decano de la facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, considera "irrelevante" un debate sobre esta cuestión concreta. Desde el punto de vista de la psicología social, materia en la que el profesor Blanco está especializado, considera bastante más importante plantearse el propio hecho de la existencia de la pena de muerte, y sobre todo, la de la violencia institucional que aquella representa.

"No entiendo", afirma el profesor Blanco, "por qué puede producir mayor impacto la retransmisión de una pena de muerte que tantas imágenes de violencia de la vida cotidiana, o la de un niño kurdo muerto en las calles de cualquier ciudad irakí, abatido por la guerra".

El filósofo José Luis López Aranguren considera "bastante más grave y perniciosa la violencia en el cine y la televisión que la tan denostada pornografía". Y, aunque reconoce que la eventual retransmisión de una pena de muerte "pudiera suscitar sentimientos de rebeldía contra esta práctica que la ética natural rechaza", teme más bien que ello no sirviera sino para alimentar cierto morbo en la mayoría de los posibles espectadores. Por todo ello, la iniciativa de la cadena KQED-TV "Me parece patético", añade, "y un atentado contra la dignidad del condenado que, encima, su muerte pueda convertirse en un espectáculo".

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