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Garcia Calvo habló de muerte y progreso ante los jóvenes filósofos

"La administración de la muerte es el nombre malo del progreso, tanto del progreso de la humanidad como del supuesto progreso personal", afirmó ayer el pensador Agustín García Calvo en la segunda jornada del 28º Congreso de Filósofos Jóvenes que se celebra desde el pasado domingo y hasta mañana en Málaga. García Calvo hizo que se llenara totalmente la sala del Palacio de Justicia, donde impartía la conferencia, con más de 500 personas asistentes.Empezó afirmando que hablar de la muerte es un error, pero ninguno de los 400 participantes en un congreso dedicado a la muerte quiso recoger el guante. El error consiste, dijo, en considerar la muerte, por una parte, como una experiencia personal, la más personal de las experiencias, y, a la vez, como algo de lo que se puede hablar con algún tipo de conocimiento, cuando "de mi muerte no hay experiencia alguna. Es futuro y por tanto un ideal", afirmó.

El equívoco arranca de que él mismo puede formular frases como "Agustín García Calvo morirá", lo que lleva a creer que entre el "Agustín García Calvo" y la expresión "yo" que él utilizaba abría una relación de casi identidad. Basta callar, aseguró, para dejar claro que no es así.

También está el tiempo, "un truco", que permite la transformación del miedo indefinido, a no se sabe qué, el miedo al futuro que asegura la muerte. Una muerte que es segura y que por tanto confiere seguridad. Al hacernos una idea de nuestra muerte, la vida queda convertida en mero futuro, ya sabemos lo que va a pasar y la manifestación de ese saber es el aburrimiento, la condición esencial de la vida. Un aburrimiento que sin embargo no puede ser soportado sin encubrirlo, ocultarlo, ya sea en forma de trabajo o de diversión, formas de llenar el tiempo, de llenar el vacío al que se reduce la vida.

También pensamos, dice Agustín García Calvo, que la proyección del tiempo que se hace desde el momento actual hasta la segura muerte es reversible, y así se puede proyectar hacia atrás en el tiempo. Aparece entonces la memoria, o lo que es peor, la historia.

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