_
_
_
_
_

'Yihad' contra sentidos y deseos

Los 200.000 musulmanes residentes en España iniciaron el domingo el mes de 'Ramadán'

Francesc Valls

Deseos, egoísmo y agresividad deben tomarse vacaciones, tal como prescribe el Corán, durante el mes de ramadán, que comenzó el pasado domingo en los países del Magreb y de Europa Occidental. Muchos de los 200.000 musulmanes -la mayoría marroquies e ilegales- residentes en España se han sumado a esta yihad (guerra santa) contra los sentidos. No comen, ni beben, ni fuman, ni mantienen relaciones sexuales durante el día. La tabla rasa concluye cuando, como cada día, asoma la luna.

Nació en 1956 en Chaouen. Las puertas teñidas de añil y las fachadas encaladas de esa población del Rif marroquí no guardan ninguna similitud con las de la vivienda que Mohamed Chahman ocupa ahora en una localidad de nombre cristiano: Sant Vicenc, dels Horts, en el cinturón industrial de Barcelona. Es un pequeño Marruecos que crece anárquico en las empinadas calles de los barrios de Sant Josep y La Guárdia,"El jefe dice que trabajamos más nosotros con el estómago vacío que otros con el estómago lleno", asegura un vecino del barrio de La Guardia mientras toma un té en la mezquita gestionada por los marroquíes de Sant Vicenç. A ese oratorio acude habitualmente Mohamed Chahman. Llegó a España en 1979, no tiene los papeles en regla y desde hace tres años viven con él su esposa, Zadila, y sus hijos, Kamal y Shamira; asegura que en España no hay problemas de xenofobia o racismo, sino únicamente "problemas de papeles". Chahman trabaja en un vivero ocho horas al día por un jornal de 3.000 pesetas. No se queja: "El jefe es bueno, me da unos minutos para rezar cada día si no hay mucho trabajo".

Dios no mataÉl, que cumple con el precepto de Ramadán desde la edad de 12 años, asegura que el mes de ascesis no es caluroso este año y, debido a ello, no hay necesidad, por duro que sea el trabajo, ni siquiera de beber agua. "Dios no nos revela su voluntad para matarnos, sino para el bien del cuerpo", dice Mohamed Azouz, que vive del comercio. "Por eso", añade, "si tienes que beber, bebes, y luego recuperas ese día de ayuno". Están exentos de observar estas reglas quienes no han llegado a la pubertad, las embarazadas, las mujeres que amamantan a sus hijos, los soldados en guerra y los viajeros.

El mes de ascesis de cuerpo y alma concluye con la Noche del Poder o del Deseo, Lailatu-I-Qadr, en la que se afirma que el ángel Gabriel dictó a Mahoma el primer versículo del Corán. Esa noche todos pueden formular sus deseos y "como estás limpio, Alá te escucha", dice Azouz. Quizá Ibrahim, un joven marroquí que también vive en Sant Vicenç dels Horts, no tuvo mucha suerte al formular su deseo el año pasado. Fue detenido y expulsado a Marruecos. Hace unas semanas ha vuelto, después de cruzar el estrecho de Gibraltar clandestinamente.

"Los jóvenes no hacen el Ramadán porque están fuera del país; si están en Marruecos sí que lo hacen", afirma Mohamed Ramzi, nacido en Casablanca hace 45 años. Ramz1 tendría difícil el ayuno, en caso de que así lo decidiera. Trabaja de cocinero en el restaurante París, de Barcelona. "En la cocina es duro hacer Ramadán: tienes que probar la comida para ver si está bien condimentada". Él es uno de los pocos afortunados que tiene los papeles en regla, después de 20 años de intentos.

"Aquí lo hacen quienes tienen familia; de esta manera dan ejemplo a sus hijos, es el control familiar el que hace que se cumpla el ayuno", agrega Ramzi. "El contexto, en cambio, es poco favorable a que se haga el Ramadán", dice. "SI un obrero marroquí va a comer habitualmente con sus compañeros, no dejará de hacerlo, normalmente, durante este mes de ayuno", asegura Rarriz1 . Agrega que para él es muy difícil cumplir los preceptos coránicos en lo que a comida se refiere, "porque la carne, por ejemplo, que habitualmente se consume no está sacrificada con la cabeza del animal orientada hacia La Meca y dejando desangrar al animal, tras degollarlo".

Ramzi no forma parte de ese sector que la islamóloga Teresa Losada denomina "Islam tranquilo". Él asegura haber perdido sus vínculos con la religión sociológica. Es el reverso de la medalla de muchos de sus compatriotas, que viven con Ilusión el vínculo comunitario del Ramadán, narra Emilio Galindo, especialista en temas islámicos.

Ricos y pobres

Las comidas en familia o los iftares, organizados por las sociedades y administraciones, permiten, según Galindo, que patronos y obreros compartan el mismo pan. Esta dimensión comunitaria alcanza su hito en la beneficencia, en el zakat-alfitr, dice el islamólogo.

El islam obliga a sus seguidores a dar el 2,5% de sus bienes a los pobres al concluir el Ramadán. No es una limosna, afirma Galindo, sino una deducción sobre unos bienes que, en realidad, pertenecen a Dios. Los ricos muestran de esta manera su solidaridad con los pobres, de quienes deberían haber aprendido, gracias al ayuno, su dura experiencia de vida diaria.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_