El amargo sabor del odio
Hugh Callaghan, uno de los 'seis de Birmingham', relata su calvario tras 16 años en la cárcel
Me es imposible describir lo que se siente cuando todo ese odio se dirige en contra tuya. Que todo el mundo suponga que eres un asesino de masas cuando en realidad no lo eres. Se pensará que a estas alturas uno debería haberse acostumbrado ea ser objeto de odio y aversión. Después de todo, el día del juício ya llevaba nueve meses de encierro. Había sido golpeado, amenazado y humillado. Pero hasta el mismo momento en que las sentencias fueron pronunciadas tuve esperanzas. Mirando hacia atrás, fuimos todos muy ingenuos.
EI día antes de que el jurado se retirara a considerar su veredicto, Eileen -mi esposa- vino a visitarme. Hicimos arreglos para encontrarnos en la plaza en Lancaster al día siguiente, después de que fuésemos liberados. Eileen estaba convencida de que nos liberarían. Dieciséis años más tarde ha ocurrido. Durante todo ese tiempo fue como observar a mi familia desde la barrera. Mi hija Geraldine, que tenía 16 años en tonces, ha crecido, se ha casado, y ahora tiene su propia familia. Desde luego, podía compartir con ellos esas alegrías durante los días de visita, pero cómo se hace para decir realmente todo aquello que quieres decir, en una sala llena con los otros presos y sus familias, y cuando cada palabra que escribes es leída por los carceleros. Ahora soy libre, sé que esos años perdidos no los podré recuperar, y sé que tampoco lo debo intentar. Sé que tengo nuevos problemas a los que enfrentar me, como el de volver a ser uno de la familia de nuevo. Pero no quiero ser compadecido por nadie. Sé que otros han sufrido más, como aquellos que han per dido a sus familiares o resultaron heridos por las bombas aquella noche terrible [21 de noviembre de 1974].
Para mí personalmente, la pe sadilla comenzó la noche des pués del atentado. Entré a mi casa de Erdington, abrí la puerta de entrada y un hombre me cogió, me arrastró dentro y apoyó un arma contra mi cabeza. Eileen y Geraldine gritaban.
En la comisaría fue terrorífico, había gente gritándome des de todos los rincones. Me dijeron que si no hacía declaraciones se ría aplastado contra las paredes de la celda. Fui amenazado con perros policía que me gruñían. Estaba muy asustado, no sólo por las amenazas, sino por la seriedad de la acusación, ser un terrorista.
En la mitad de la noche fui trasladado a Sutton Coldfield. Los interrogadores no cedieron.... las amenazas se íntercalaban con una patada o un golpe en la cabeza. Me dijeron que todos los otros me habían implicado. Se me impidió dormir y comer. La tarde siguiente era ya un hombre quebrantado. Firmé la confesión, hubiera firmado cual quier cosa para quitármelos de encima.
Brutalidad policial
Siempre pensé que aquello sería visto como una acusación imposible, pero en lugar de eso hizo las cosas aún peores. Pese al hecho de que estaba plagada de cosas falsas, siempre ha sido usada en mi contra.Tras una breve aparición en los. juzgados fuimos enviados a la prisión de Winson Green. Los policías nos dijeron que habían preparado una fiesta de bienvenida, y lo habían hecho. Fuimos golpeados brutalmente. Johny Walker perdió algunos dientes, el resto quedamos conmocionados y magullados. Hubo otras apariciones en los juzgados, pero recuerdo muy poco de ellas, pasaron en medio de ese vaho de odio e imposibilidad de creerlo que me invadía.
El juicio, cuando efectivamente llegó, fue prolongado y frustrante. Pasé días y días, sentado allí, escuchando cómo los hechos eran torcidos y retorcidos. Los testigos del ministerio fiscal eran tratados con guante blanco, mientras hacía nosotros había una clara hostilidad. Podíamos percibir que teníamos pocos amigos en ese tribunal. El ministerio fiscal estaba presente, pero no de una forma justa. La defensa podría haberse ahorrado el trabajo de haber hecho acto de presencia.
Mi primer encuentro con Eileen y mi hija tras la condena fue desolador. Las lágrimas no cesaban, y ella me dijo: "Por qué nos hacen esto a nosotros. No hemos herido a nadie en nuestra vida". Traté de alentarles, les dije cosas como "la verdad saldrá a relucir. .. " .
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.