Otra vez la gran familia
Muchos kuwaitíes están resentidos contra el recién regresado emir y sus parientes
Los seis farolillos dorados que la noche del jueves alumbraron la entrada del emir en la mansión de la familia Al Babtam, en la Ciudad de Kuwait, seguían encendidos ayer por la mañana, en una urbe sin corriente eléctrica, cuando Jaber al Sabaj y su séquito salieron de la residencia provisional para rezar en la mezquita del palacio de Al Siifey. Esas luces privilegiadas y la alfombra roja de 10 metros que preservó al emir de los cascotes y el polvo delataban la presencia del emir regresado, del gobernante autoritario cuyo mandato ponen en cuestión con creciente impaciencia súbditos que hasta el 2 de agosto de 1990 le rindieron vallasaje.
A poco más de un kilómetro de distancia del palacio del emir situado en el barrio residencial de Bhek Giard y vigilado por un destacamento militar, una joven enlutada se preguntaba: "¿Qué podemos esperar de un emir que de la noche a la mañana nos dejó en manos de otro país, de otro Gobierno, de otro ejército? Sin un mensaje de despedida si quiera...". Con una pancarta en la mano y acompañada por otros 40 manifestantes que reclamaban la atención internacional sobre la suerte de los kuwaitíes encarcelados en Irak, esta joven amargada y triste no quiso dar su nombre. Tampoco lo dan la mayor parte de quienes se oponen al poder casi ilimitado de la familia real.Como todos los viernes, ayer era día festivo en la Ciudad de Kuwait y los musulmanes rezaban en las mezquitas, centros de conspiración durante la ocupación iraquí. La llegada del emir no ha despertado especiales manifestaciones de alegría ni tampoco el Gobierno se ha propuesto movilizar a los ciudadanos de una capital cuyas calles siguen tan sucias y desoladas como el día de la reconquista. "El emir no sólo es bueno, es más que bueno", dice un editor llegado de Londres el mismo día en que su emir besaba el suelo del aeropuerto del emirato. Nader Banora piensa que su líder debió de tener buenas razones para retrasar su regreso. "Posiblemente, razones de seguridad y el temor a un asesinato".
Panú -"sólo Panú, por favor"- declara su indiferencia por lo que ocurre en Kuwait. Es un emigrante de Bangladesh y reconoce que éste no es su país, "como tampoco lo es para los miles de personas que buscan aquí un buen salarlo".
Alí Yagurt, enfermera de la Media Luna Roja, justifica el sistema autoritario imperante en su país y atribuye la suspensión de las funciones del Parlamento a la crítica situación de la zona cuando aquélla se produjo. "Al terminar la guerra entre Irán e Irak, el emir se propuso abrir el país a la participación política, ya que antes le era muy dificil hacerlo por cuestiones de seguridad". Un opositor que en perfecto inglés dijo llamarse Mohamed Ashamm advirtió sobre los peligros de un estallido de violencia en Kuwait. "Hemos sido rehenes de los iraquíes. No permitiremos seguir siéndolo ahora de una situación política caduca. Lucharemos por nuestros derechos." Esperamos que el emir sepa entender el nuevo momento".
El medio año de dominación iraquí parece haber despertado una mayor conciencia política entre quienes la sufrieron, y algo parecido a un resentimiento colectivo contra los exiliados, gobernantes incluidos. "Había mejor distribución de la comida cuando teníamos que soportar a los iraquíes. Ahora la burocracia ha vuelto y lo estropea todo", dice un joven estudiante.
Se habla, por otra parte, de que el emir está dispuesto a aprobar el ingreso de 1.500 dólares en la cuenta de todos los kuwaitíes que permanecieron en el país. Muy pocos nacionales parecen plantearse la necesidad de derrocar a la familia Al Sabaj, y los cuadros intelectuales más influyentes del país hablan sólo de su progresivo apartamiento.
Libertad a cambio de sufrimiento
El emir de Kuwait, Jaber al Sabaj, que ayer ,agradeció a su Dios la recuperación del emirato, observó también la destrucción de su pequeño imperio y el nacimiento de una sublevación todavía discreta, la protagonizada por los movimientos por la democracia y por quienes sufrieron la ocupación y quieren ahora un mayor protagonismo en la Administración pública, como una indemnización por el sufrimiento.Jaber al Sabaj, cuyos antecesores emigraron de Arabia Saudí al emirato en busca de una tierra más fértil, deberá compartir el poder no sólo con las 20 o 30 familias entroncadas con la realeza por parentesco o servicios prestados. Una parte significativa de su pueblo apoya ahora la reapertura del Parlamento.
El emir Jaber al Sabaj es el gobernante 131 de su dinastía. Nació en 1928 y entró en la vida política en 1949 como comisario de policía en la ciudad petrolera de Ahjamai. Con la independencia del Reino Unido en 1961, fue nombrado ministro de Finanzas y primer ministro cuatro años más tarde, En varios de sus discursos ha calificado al emirato como "un oasis de amor, seguridad y prosperidad". En 1980, el emir resucitó la Asamblea Nacional, que él mismo había suspendido en 1976, y en 1981 se celebraron nuevas elecciones. En 1986 se disolvió de nuevo el Parlamento por supuestas razones económicas y de seguridad. Cuatro años más tarde, tras importantes manifestaciones populares y dos meses antes de la invasión, se eligió un nuevo Parlamento.
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