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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La magia de la viola

Pocas veces tenemos ocasión de escuchar un buen concerto de viola, acaso la voz más bella del cuarteto de arcos. La Fundación Albéniz, en su ciclo inaugural de la Escuela Superior Reina Sofía, ha presentado el miércoles, en la sala Fénix, al que será su profesor de la especialidad, el israelí Daniel Benyamini, acompañado al piano por la pianista Pnina Salzman, discípula en París de Alfred Cortot y de larga y prestigiosa carrera. El dúo supone algo nada frecuente: el triunfo de la musicalidad por encima de cualquier otro valor.Lo demostraron con largueza los dos artistas de Tel Aviv en un programa breve e intenso: la Sonata en sol mayor BWV 1. 027, de Juan Sebastian Bach, y la Arpeggione, de Franz Schubert, que, hace unos días, había interpretado en el mismo ciclo el profesor de violín Ivan Moniguetti con la pianista soviética Tatiana Baranova.

Ciclo de la Escuela Superior Reina Sofía

Daniel Benyamini, viola. Pnina Salzman, plano. Obras de Bach y Shubert. Sala Fénix, Madrid, 6 de marzo.

Instrumentos

Este Arpeggione o guitarra de amor fue instrumento inventado por el austriaco Johan Georg Staufer y data de 1823. Si se le recuerda hoy se debe, principalmente, a la sonata que Schubert le dedicara en 1824 y que suele interpretarse en versión violonchelística. Nada impide su trasmigración a la viola, aunque me parece que aumenta la dificultad de ejecución.A Benyamini no se le advierte problema alguno en cuanto a la técnica, pues supo convertirla en premisa resuelta de antemano para entregarse, con medida pasión, al bien cantar y frasear, a la creación de un sonido de singular belleza, siempre aterciopelado, fluyente e intimista, trabajo en el que se equilibra a las mil maravillas con su colaboradora la pianista Salzman, quien, a fin de cuentas, es también una auténtica humanista de la música.

Características todas que, aplicadas a Juan Sebastian Bach, tantas veces deshumanizado por intérpretes que parecen amar antes a la geometría que a la vida, producen resultados espléndidos.

Nos devuelven al Bach que entreviera Schweitzer, despojado de ciertos excesos conceptuales del organista y teólogo alsaciano. Fue una tarde de música auténtica, una verdadera lección y un punto excepcional en el discurrir de los hábitos musicales madrileños.

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