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Los 'conjurados' contra Yeltsin

Seis altos cargos acusan de autoritarismo al presidente de Rusia

Pilar Bonet

Borís Yeltsin haría un favor a la vida política de la URSS si no desestabilizara la sociedad con la "ambición" de dirigir el Estado, opina Vladímir Isakov, presidente del Sóviet Supremo ruso (una de las dos Cámaras del Parlamento de la Federación Rusa), y uno de los conjurados contra el presidente del Parlamento ruso. Isakov y otros cinco altos cargos provocaron, la semana pasada, la mayor crisis habida hasta ahora en el equipo de Borís Yeltsin.

Los seis difundieron una declaración apoyando la convocatoria de una sesión extraordinaria del Congreso de los Diputados de Rusia, en la que Yeltsin puede perder su puesto. Los conjurados acusan al presidente ruso, el político más popular de la URSS, de "autoritarismo", "espíritu de confrontación" y de apoyarse en "estructuras paralelas" al margen del Parlamento.La declaración ha dado una mayor intensidad a la lucha política en la que Yeltsin y el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, son coprotagonistas. Entre los firmantes, Isakov está en la posición más delicada, ya que este jurista procedente de Sverdlovsk, la tierra natal de Yeltsin, es uno de los miembros del equipo histórico de Yeltsin.

Isakov, que ahora tiene un amplio despacho en la Casa Blanca (el nombre popular de la sede del Parlamento ruso), dice reaccionar con "tranquilidad" a la acusación de "traidor" que le llega de sectores reformistas y el electorado en SverdIovsk.

"Estoy convencido de que no hemos actuado de forma extremista, y que la sociedad, aunque sea más tarde, llegará a las mismas conclusiones que nosotros", señala el jurista. En 1989, durante la primera reunión del Congreso de los Diputados de la URSS, cuando Yeltsin volvió a emerger en la vida política apoyado por una apabullante cantidad de votos, Isakov analizaba las sesiones parlamentarias transmitidas por la televisión en la oscura habitación de un hotel.

Al finalizar el día, con los ojos cansados detrás de sus gruesas gafas, Isakov comunicaba sus impresiones a Guennadi Burbulis, que entonces era sólo un diputado más y hoy es el representante personal plenipotenciario de Yeltsin y una de las eminencias grises detrás de éste. Isakov ha evolucionado mucho desde aquellos días en que ayudaba a planificar la estrategia de Yeltsin. Hoy, Burbulis y él están en campos políticos distintos.

Una de las acusaciones de los conjurados contra Yeltsin ha sido la creación de "estructuras paralelas". En una conversación con EL PAÍS, Isakov incluye en esta categoría al Consejo Consultivo Superior, un elenco de expertos que asesoran a Yeltsin en distintos temas. A este organismo pertenece gente como Georgui Arbatov, director del Instituto de Estados Unidos y Canadá, el escritor Yuri Kariakin, la etnógrafa Galina Starovoitova y otrospersonajes que, en gran parte, se han distanciado de Mijaíl Gorbachov. Yeltsin es el presidente del Consejo Consultivo Superior, y Burbulis es el vicepresidente.

Al margen del Parlamento

Isakov manifiesta que el Parlamento de la URSS no fue consultado sobre la formación de esta estructura, cuyos miembros, señala, "disponen de inmunidad diplomática" cuando van al extranjero. El Consejo Consultivo Superior, señala Isakov, ha creado toda una estructura al margen del Parlamento y un secretariado ejecutivo, dependiente de Burbulis, con los mismos derechos que una sección del Presídium del Sóviet Supremo. Una disposición especial de Yeltsin, nos dice, permite al organismo contabilizar los gastos en un capítulo especial, administrado por Burbulis, que no pasa por el control parlamentario. Alrededor de Borís Yeltsin, afirma Isakov, "proliferan estructuras caras e incontroladas, al margen del Sóviet Supremo y en contra del reglamento que exige confirmar la estructura del personal en el Parlamento".Isakov confiesa que es "difícil" explicar a su electorado su cambio de posición respecto al presidente. "Mis electores están contra mí en una proporción de tres a uno", afirma. El presidente del Sóviet Supremo de la República, que ya en el pasado se había quejado de irregularidades financieras" en el Parlamento ruso y falta de democracia en la toma de decisiones en la dirección de este organismo, asegura que su postura cambió poco a poco.

La insatisfacción provocada por Yeltsin en las altas esferas de la Casa Blanca alcanzó su masa crítica cuando éste se negó a firmar el acuerdo sobre subidas de precios preparado en el Consejo Federal de la URSS.

La última gota que colmó el vaso del malestar de Isakov fue la intervención televisiva en la que Borís Yeltsin pidió la dimisión de Gorbachov. A su juicio, los intentos de Yeltsin de crear un "centro alternativo", contrapuesto al que dirige Mijail Gorbachov, han "asustado" a otras repúblicas soviéticas. El acuerdo que debían firmar Bielorrusia, Ucrania, Rusia y Kazajstán, señala Isakov, "no tendrá un carácter de estructura alternativa. Con nuestra política desequilibrada hemos asustado a otras repúblicas que ya no creen en nuestro sentido común. Difícilmente irán a una unión que las contraponga al centro. Pueden perderlo todo y no ganar nada".

"Como líder del movimiento democrático, Borís Yeltsin estaba en su sitio", señala Isakov. "En la vida social y política es una figura notable, pero como estadista que tiene en sus manos las riendas de la dirección, no es capaz de salir adelante", afirma el político. El referéndum ruso, que se celebra el 17 de marzo junto con el referéndum de la URSS, puede no llevarse a cabo, señala Isakov, según el cual muchas ciudades se niegan a realizarlo por considerarlo ilegal.

El referéndum ruso preguntará a los ciudadanos si están a favor de crear una presidencia de la Federación Rusa por sufragio universal. La respuesta positiva a esta pregunta serviría de base a Yeltsin para conseguir una legitimidad popular de la que carece hoy el presidente Gorbachov. "La decisión de celebrar un referéndum ruso es semilegal, ya que se ha tomado sin el acuerdo de los órganos locales", afirma Isakov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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