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Los soldados dudan de la sinceridad de Sadam

Juan Jesús Aznárez

El roedor, con gafas de espejo, camiseta verde de manga corta y pectorales de atleta, mece entre sus brazos un pesado fusil ametrallador mientras desgrana su particular interpretación del plan de paz soviético. "Es el momento de ir a por él [Sadam Husein] y sacarle a la fuerza de Kuwait. No creo que convenga aceptar soluciones políticas". El soldado británico, Dennis Wiston, de la unidad especial Ratas del Desierto, considera que Sadam pretende únicamente ganar tiempo y que no es sincero cuando promete retirarse incondicionalmente del emirato.

Los soldados en las tiendas de Hafer al Batin, que acarreaban ayer tabletas de chocolate por toneladas, aparatos estereofónicos, jabón o recuerdos de Arabia Saudí, no estaban muy al tanto de las últimas gestiones de paz y del peloteo diplomático entre Estados Unidos, Irak y la Unión Soviética. Muchos de ellos residían temporalmente en esta población saudí, efectuaban una parada para disfrutar de sus escasas comodidades y volver después a sus trincheras del noroeste."¿Escuchaste la Army [emisora de las fuerzas armadas], Jim?". A grito pelado y con el inseparable M-16 en bandolera, la soldado Ellis chillaba y gesticulaba sin parar en un establecimiento que por su clientela y movimiento más parecía el economato de un cuartel sin suboficial de semana. Ellis exigía novedades a su compañero Jim, pero éste parecía más preocupado por adivinar el contenido de un saco de azúcar que por el plan de paz apadrinado por la URSS.

La marine, negra como el tizón y con una cinta morada que recogía un florero de rizos como virutas de acero, se paró en seco cuando me atreví a interrumpir la albarabía. Adoptó un aire disciplinado y sumiso. Dijo candorosamente: "La verdad es que hemos venido del frente y allí no hemos sabido nada"; Jim, que le sacaba una cabeza, no sabía mucho más. Sonreía como un niño. Su candidez invitaba al abrazo paternal, incluso al arrullo con la enumeración uno a uno de los puntos y comas de la propuesta apadrinada por el líder soviético Mijaíl Gorbachov.

Sin piedad

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No había piedad en la expresión de la rata artillada. Con sus gafas de soldador y el pelo a rape, Dennis Wiston lo tenía claro. Los lentes circulares con protección de piel hasta la entrada de las sienes y un violeta metálico en la reverberación de sus espejos apenas le permitían pestañear. Nunca lo hubiera hecho. Dennis vomitó con desprecio la palabra "propaganda" al referirse a la declaración de Irak e insistió en la conveniencia y oportunidad de darle un buen puntapié a su presidente.

La ametralladora, en su sillita de la reina, parecía asentir alborozada; se diría que había cobrado vida. Las dos criaturas subieron a una camioneta militar aparcada en las inmediaciones y despegaron quemando los neumáticos.

En la caja del comercio militarizado otra rata del desierto efectuó una declaración que resume el sentir de la mayor parte de las tropas de la coalición. "Si los políticos nos dicen que paremos, paramos; en caso contrario, vamos a por ellos", dice el suboficial Peter Taylor, que acompaña su últirna aseveración amagando un gancho al hígado contra un compañero de unidad y de cola, con una linterna multicolor en la mano. Varios soldados saudíes declaran no saber inglés cuando se les requiere una primera impresión. Segundos antes, los mismos soldados habían aceptado en ese idioma los saludos y presentaciones de rigor.

No parece haber una opinión formada en torno a las gestiones de paz en curso; los soldados están algo confundidos y mantienen una programación belicosa. "Sadam Husein es un mentiroso", indica el marine David Scott, de Texas, casado y con tres hijos. Pero alberga esperanzas: "Espero que se retire incondicionalmente. Tengo ganas de volver a casa", suspira.

"Habrá guerra"

Una pareja de soldados norteamericanos se aproxima a una tienda de alquiler de vídeos donde un marine repasa un álbum de películas. Cubre su cráneo afeitado con un pañuelo anudado como los segadores castellanos pero con faldón trasero.

Tampoco parece importarle mucho si la paz está próxima. Los dos soldados llevan un casco con el signo de la paz pintado en su tapicería de lona, pero sus palabras entran en colisión con un símbolo surrealista en este polvorín del golfo Pérsico. "Sadam no ofrece nada nuevo. Creemos que en dos o tres días habrá guerra".

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