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Tribuna
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Lecciones de una guerra

La crisis del golfo Pérsico está generando múltiples datos de carácter político y estratégico que sin duda influirán sobre el sistema de las relaciones internacionales en los años noventa.1. La guerra comenzó porque, sustancialmente, la potencia militar de Occidente no asustó suficientemente a Sadam Husein (aparte del enorme error de valoración cometido por Estados Unidos en julio de 1990). Constituye una típica crisis por defecto de disuasión.

De hecho, el armamento de Estados Unidos posee una superioridad relativa que le permite alcanzar la victoria sin grandes dificultades, pero no una superioridad absoluta que le garantice ganar la guerra en un solo día y de forma aceptable para las opiniones públicas de las democracias occidentales (aunque no todo el potencial militar más moderno se encuentra desplegado en el Golfo).

'Superioridad absoluta'

En resumen, la primera lección de este conflicto es que en las operaciones de policía internacional el uso de la fuerza militar es políticamente útil y practicable sólo si se organiza en términos de superioridad absoluta capaz de cerrar una crisis en un lapso de tiempo brevísimo y mediante métodos selectivos y limpios.Es muy probable que esta consideración sobre la eficacia política limitada de los sistemas bélicos hoy por hoy disponibles genere en breve ' una tendencia al rearme cualitativo de Occidente. Superioridad absoluta, de hecho, significa disponer de armamentos de concepción totalmente nueva que sean capaces de dejar fuera de combate el potencial militar del adversario mediante un único golpe y sin consecuencias para el medio ambiente y la población civil. Esta tendencia hacia las hiperarmas convencionales se verá incluso acelerada por la necesidad de evitar el recurso a las armas nucleares tanto propias como del enemigo.

En síntesis, los nuevos y futuros empeños ofensivos de las democracias occidentales, tanto en términos de disuasión como de policía internacional, podrán resolverse eficazmente tan sólo mediante un rearme cualitativo tendente a garantizar la superioridad estratégica y tecnológica absoluta frente a los posibles adversarios. Guste o no guste, ésta es una realidad productos de la guerra del Golfo.

2. La falta de cohesión de Occidente en la gestión política y militar de la crisis tendrá consecuencias peligrosas de alcance global. Los dirigentes de los países del Tercer Mundo han podido comprobar cuán vulnerable es Occidente. De hecho, sólo una serie de coincidencias únicas y afortunadas, tales como la disposición a favor de Estados Unidos de Edvard Shevardnadze (posteriormente destituido por ello como ministro de Asuntos Exteriores soviético) y la sorprendente ingenuidad política de Sadam Husein, han permitido limitar la crisis (por ahora) y mantener un nivel aceptable de consenso sobre la opción militar. Pero en el futuro próximo es posible que otros dirigentes del Tercer Mundo más capaces políticamente y en un clima internacional diferente puedan aprovecharse de lo que está ocurriendo en estos días.

Sensibildad del mercado

Sucede que el mercado mundial es hipersensible a las crisis, los Gobiernos occidentales se encuentran fuertemente vinculados al juego democrático y la función de contrapoder de los medios de comunicación puede ser amplificada hasta el punto de convertirse en un arma más; sobre todo se está evidenciando que en el área occidental prevalece el antinorteamericanismo, así como la tendencia a resolver las crisis mediante medios financieros más que militares.Sobre la base de esta lección, la apertura de una crisis regional puede convertirse en un negocio en cuanto que existe la posibilidad política de monetarizar la movilización de un potencial militar fijando un precio para su no uso (si nuclear, el precio puede multiplicarse).

Numerosos líderes de países pobre s y endeudados pero dotados de una relevancia estratégica directa o indirecta han aprendido esta lección.

3. En síntesis, independientemente de la victoria estadounidense -porque sólo estadounidense es en un contexto político irrepetible-, la demostración de debilidad y vulnerabilidad global de Occidente en la gestión de la crisis del Golfo está creando tanto las condiciones objetivas de un enfrentamiento histórico entre el Norte y el Sur como los motivos para que se produzca una evolución en sentido imperial de Estados Unidos. La única forma de frenar esta peligrosa tendencia es adentrarse por la senda de la construcción de un sistema político-económico que Integre a Estados Unidos, Japón y Europa, homogeneizando los intereses sobre la base de la ya existente compatibilidad en las funciones del mercado.

Cohesión estructural

Tan sólo este nivel de cohesión estructural de la potencia económico-estratégica de Occidente podrá limitar las tendencias que apuntan al rearme y a la lógica imperial. Tan sólo este grado de integración política tricontinental puede actuar como fuerza positiva en el gobierno del mundo.La prioridad al respecto es muy superior al diseño de la integración política europea, y en todo caso reduce la agregación del contexto europeo a un pasaje intermedio hacia la formación del sistema tricontinental.

Debemos agradecer a la estupidez política de Sadam Husein que haya puesto en evidencia, en el contexto relativamente confortable de una crisis de dimensiones medias, la realidad de Occidente, los peligros posibles y qué debemos hacer para evitarlos.

es profesor de Teoría y Métodos de Escenarios Estratégicos en la Universidad LUISS de Roma.

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