_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una tierra que dos pueblos llaman patria

Haciendo un examen retrospectivo, los esfuerzos para evitar la guerra contra Irak tendrían que haber sido mucho más diligentes. El presidente Bush ha prendido la mecha de la discordia entre Occidente y el mundo musulmán. Los acontecimientos acaecidos en los últimos días son la punta del iceberg. Todas las opciones que los diferentes expertos habían calculado no podían predecir «ni ennumerar los resultados de este combate. Nos encontramos en las primeras etapas de una guerra, planeada con tiempo, que cada día se extiende más: hoy Israel, mañana bien podría incluir a Jordania o a Siria, y con el tiempo involucrará a la totalidad del mundo árabe.Los millones de víctimas que van a caer podrían haberse evitado, naturalmente siempre que se dejara en paz a Kuwait, pero, conforme se iba desarrollando la crisis hasta alcanzar una escalada internacional, Bush prefirió, por el contrario, apoyarse en la superioridad tecnológica y no en la diplomacia. El nuevo orden que la Administración de Bush está defendiendo no incluye la puesta en práctica de la resolución 242 del Consejo de Seguridad. Por el contrario, la elección norteamericana fue la guerra y el poder militar en lugar de una vía política basada en todas las resoluciones de relevancia de la ONU.

Ciertamente, la culpa no se limita sólo a Sadam Husein o a Bush. Los dirigentes kuwaitíes podrían haber evitado la invasión de su país. La superproducción de petróleo y la avaricia de los ricos son una causa indirecta de lo que está sucediendo aquí en la región. También habría que culpar a los fabricantes de armas. Durante la guerra fría, aquellos que podían permitirse adquirirlas tuvieron a su alcance, y además en abundancia, tanto armas como tecnología. La situación en Oriente Próximo era inestable y, en consecuencia, se acumularon muchas más existencias de las que eran necesarias. Otro culpable es la política israelí. La sociedad israelí tiene que cargar con la responsabilidad porque alentó el extremismo y fracasó a la hora de guiar a sus líderes electos hacia la búsqueda de una solución para la principal fuente de inestabilidad: la forzada ocupación de otro pueblo, el pueblo palestino. '

George Bush e Isaac Shamir podrían haber evitado la guerra si cualquiera de los dos hubiera mantenido una postura seria y sincera respecto a la necesidad de tratar con el pueblo palestino y con los legítimos derechos nacionales del mismo. George Bush se negó a vincular de un modo directo o consecutivo la cuestión palestina con una solución para la crisis del Golfo. Isaac Shamir fracasó a la hora de ayudar a la Administración de Bush a aislar la crisis del Golfo del conflicto árabe-israelí, proporcionándole opciones políticas. No fue presentada ninguna iniciativa de paz de una naturaleza creíble cuyo fin fuera conseguir un resultado negociado para el conflicto palestino-israelí. Como consecuencia de ello, los palestinos llegaron a la conclusión de que ni los dirigentes israelíes ni el líder de los Estados Unidos de Norteamérica desean adquirir un compromiso que lleve a la puesta en práctica de las resoluciones de la ONU en el contexto del conflicto entre israelíes y palestinos.

A la vista de la progresiva anexión de lo que restaba de su patria, el pueblo palestino no puede ser culpado por agarrarse al clavo ardiendo que Irak le proporcionó el 12 de agosto de 1990 con la iniciativa de un llamamiento para la solución a todos los males de Oriente Próximo. Dada la extendida desconfianza, el temor y el odio, el conflicto siguió creciendo. Si existiera un mínimo de buenas intenciones, la gente de buena voluntad podría haber puesto a prueba las razones de Irak con un acuerdo para iniciar negociaciones.

Durante los últimos cuatro años, la Intifada palestina se recrudeció con la intención de alertar a la sociedad israelí y a la comunidad internacional sobre el estado explosivo del pueblo palestino viviendo bajo una no deseada ocupación militar.- El estallido de la guerra en nuestra región contra Irak por parte de la alianza dirigida por Estados Unidos es otra señal de peligro. Se trata de una arraigada enfermedad que necesita tratamiento, y que es la principal causa, entre otras ocultas bajo el estallido de una guerra con todas sus horribles consecuencias. Ésta es la primera vez que el interior de Israel, la zona centro de Tel Aviv, es golpeado. Para que ésta sea la última, el pueblo israelí tendrá que convencer a su Gobierno de, que la enemistad con los países árabes, incluido Irak, seextenderá si el pueblo palestirio no logra disfrutar también de sus legítimos derechos nacionales.

Los post mortem, la,,;, recriminaciones, no son el tema de discusión en este grave periodo. Israel, sin ningún tipo de intimidación, debería empezar a trabajar inmediatamente en un proceso que ponga fin a la ocupación. La tierra que ambos pueblos llaman patria debería ser lo bastante grande para que ambos pueblos vivan en paz y dignidad en dos Estados.

Hoy la solución está en manos del Gobierno israelí, que deberá responder a las propuestas de paz del Consejo Nacional Palestino de noviembre de 1988.

Antes que nosotros, Europa vivió una guerra tan devastadora como la que posiblemente presenciemos en las próximas semanas. Europa se enfrentó al desafío tras una debilitadora y desastrosa II Guerra Mundial. Debemos evitar que esto ocurra aquí, no podemos permitirlo bajo ningún concepto, tanto en términos humanos como de bienestar económico y daños a nuestro medio ambiente. Se impone un esfuerzo inmediato que nos incluya a todos, norteamericanos, europeos, árabes, israelíes y palestinos, religiosos y seglares, izquierda y derecha, amigos y enemigos, en primer lugar para poner fin a la guerra, detener el desastre que se avecina, y, de forma simultánea, para dar una rápida media vuelta y tomar las medidas que Europa tomó después de 1945. Ahora.

Hanna Siniora, ex alcalde de Jerusalén, es director del diario palestino Al Fajr.

Traducción: Carmen Viamonte.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_