Apuros de Kaifu para defender la contribución japonesa a la guerra
Cada día que se prolonga la guerra del Golfo cae como una losa en las espaldas del Gobierno japonés y de su primer ministro, Toshiki Kaifu, que desde hace dos semanas vive casi encerrado en el Parlamento tratando de defender la aportación suplementaria de 9.000 millones de dólares a la coalición antiiraquí y de explicar lo mejor que puede que el gesto no responde a presiones norteamericanas.Kaifu asegura un día que el dinero será destinado a fines no bélicos -alimentos, medicinas, transporte, etcétera-, pero al día siguiente otros funcionarios le contradicen y afirman que es harto difícil determinar dónde irá a parar y excluir que no será gastado en armamento. Todo ello provoca de nuevo el revuelo de la oposición parlamentaria, de socialistas y comunistas especialmente, que protesta ante la iniciativa por estimarla anticonstitucional. La Carta Magna, redactada por los norteamericanos después de la derrota nipona en 1945, prohibe cualquier intervención militar en conflictos internacionales.
Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores levantó el miércoles las iras de los diputados que asistían al debate enla Comisión de Presupuestos de la Cámara baja cuando insinuó que el dinero servirá probablemente para financiar el transporte de armas y municiones. K,oichiro Matsuura, director del Departamento de Norteamérica, manifestó que la fuerza multinacional no tiene, ningún límite sobre el uso de fondos para ayuda económica.
Hace unos días, en pleno vendaval de ataques contra el plan de Kaifu por parte de un diputado centrista, se levantó otro del gobernante Partido Liberal para decir que resultaba vergonzoso escuchar tales manifestaciones de un parlamentario que habitualmente aceptaba dinero del partido del Gobierno. Al final todo se arregló con una disculpa liberal.
El Gobierno no ha presentado todavía a votación el suplemento de 9.000 millones de dólares porque está negociando con los centristas de Koineito algunas condiciones satisfactorias para que este pequeño partido de inspiración budista respalde la iniciativa, lo que significa tener asegurado el éxito parlamentario. Los liberales tienen mayoría absoluta en la Cámara Baja, pero no en la Alta y, aunque el presupuesto necesita la aprobación sólo de la primera, la subida de impuestos para recaudar los 9.000 millones de dólares exige el visto bueno de ambas.
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