Paso atrás

ALGUNOS INDICIOS recientes parecen demostrar que los cambios registrados en la sociedad vasca en los últimos años están conduciendo el radicalismo de ETA y de Herri Batasuna (HB) a situaciones cada vez más insostenibles. La energía con que los partidos nacionalistas democráticos están enfrentando los últimos desafíos de los terroristas y sus amigos está siendo un factor determinante en esta evolución, alejando los temores que al respecto fueron evocados a raíz de la opción por un Gobierno de concentración nacionalista.Por iniciativa del PNV y de Eusko Alkartasuna (EA), el pleno del Ayuntamiento de Lekeitio, cuyo alcalde pertenece a HB, ha tenido que pronunciarse en tomo a las amenazas recibidas por un vecino de esa localidad vizcaína que había sido objeto de extorsión por parte de ETA. Los portavoces de HB no se han atrevido a justificar la extorsión, pero tampoco a condenarla, y no han tenido mejor ocurrencia que acusar a EA de "estar detrás" de la última oleada de cartas exigiendo el pago de la extorsión económica.

La genial ocurrencia demuestra la creciente dificultad de HB para mantener un equilibrio entre el acatamiento de lo que decide su autoridad militar competente y sus intereses electorales inmediatos. Especialmente cuando, a escasos meses de las elecciones locales, los partidos democráticos acaban de comprometerse a impedir, mediante las alianzas que sean precisas, el acceso de HB a las alcaldías en que no tenga mayoría absoluta.

Ha sido esa misma firmeza de los partidos e instituciones lo que ha aconsejado a HB a dar un paso atrás en relación con su postura sobre la autovía Guipúzcoa-Navarra. En vísperas de la manifestación que en defensa de esa obra pública se celebrará el próximo sábado en San Sebastián, los jefes de H,B se han comprometido a pedir a ETA que suspenda sus amenazas y atentados contra la autovía a condición de que las obras se paralicen hasta que se consiga un consenso "entre los diferentes agentes sociales, económicos, institucionales y políticos implicados".

Que se reclame el diálogo y el consenso tras ocho años de incesante debate sobre el trazado de esa carretera, y después de. que el 80% de los ayuntamientos vascos haya apoyado inequívocamente la decisión finalmente adoptada por las instituciones responsables, resulta algo más que chocante; y que se condicione la suspensión de los atentados a la aceptación de los criterios medioambientales de los amigos de los que ponen las bombas, mucho más que un sarcasmo. Pero, aunque de manera indirecta y más bien vergonzante, es la primera vez que los portavoces del radicalismo abertzale se han atrevido a cuestionar el derecho que los terroristas se atribuyen a intervenir -con el amonal- en cualquier conflicto social.

Todavía hay muchos vascos que siguen jaleando a ETA; pero cada vez son menos los que al hacerlo no experimentan una casi insuperable sensación de ridículo ante los argumentos con que sus fechorías son justificadas.