La necesidad de un debate
Considera el autor del artículo la ineludible necesidad de establecer un debate político riguroso sobre las Fuerzas Armadas. A su juicio, se puede discutir el tipo de servicio militar, obligatorio o voluntario, pero queda fuera de toda duda la necesidad de contar con unas fuerzas que garanticen la defensa de España.
El envío de tres barcos al golfo Pérsico ha motivado una serie de acciones en la sociedad española que le dan una especial fisonomía comparada con los países europeos de nuestro entorno. Parecería que nuestro endémico aislamiento de 175 años no quiere desaparecer y desea que sigamos siendo diferentes, a pesar de estar ahora presentes en todos los organismos mundiales, con activa participación en la Comunidad Europea y de realizar nuestra seguridad y defensa de forma compartida con los países de la OTAN y de la Unión Europea Occidental (UEO). Quince años de democracia no han conseguido aún superar ese lastre que se presenta como un urgente desafío.La noticia del último sorteo de los reclutas, en el pasado noviembre, fue acompañada de una gran muestra de opiniones y afirmaciones falsas, calumniosas y tergiversadas sobre el tema, que considero que son muy lesivas para los jóvenes que deben realizar el servicio militar y para la sociedad misma. Son agravios que se volverán contra quien los lanza por tener efecto bumerán. También ha habido peticiones razonables, pero existen otras cuestiones que limitan las tendencias deseables.
Desinformación
Las respuestas a muchas preguntas que se formulan en la calle indican un alto índice de desinformación e incultura sobre las cuestiones de seguridad y defensa.
Desde 1945, Naciones Unidas ha dedicado todos sus esfuerzos a erradicar la guerra, cansadas del azote de las dos guerras mundiales de 1914 y de 1939, y su fracaso no ha podido ser más notorio: más de 150 conflictos locales con millones de muertos, y ahora, la peligrosa situación del Golfo. Los 165 Estados de la ONU, convencidos de que la humanidad actual es incapaz de eliminar la guerra de las relaciones internacionales, tratan de regularla por el derecho, admiten la legítima defensa frente a un agresor y las alianzas militares con fines defensivos.
Ante el acto irracional de la guerra, toda persona en sano juicio la rechaza, pero este fenómeno sociológico, que es el más importante en la vida de los pueblos, tiene una vitalidad demostrada desde la prehistoria y un deseo de permanencia, cuyo final, desgraciadamente, no se vislumbra.
Jefes de Estado, de Gobierno y políticos de todas las naciones, con distintas religiones, ideologías y culturas, aún no han encontrado la fórmula para que la ONU garantice la seguridad y defensa global con el Fin de dirimir los conflictos entre Estados que pueden terminar en guerra. Ante este hecho real, cada Estado busca su propia seguridad y defensa, que trata de conseguir por medios pacíficos: diplomacia, cooperación, negociación, arbitraje jurídico, conferencias internacionales, desarme, etcétera, y por medios disuasorios: prepararse para la guerra con la finalidad de evitar su desencadenamiento.
No querer ver esta realidad y afirmar que los ejércitos deberían desaparecer, o que el servicio militar no sirve para nada, es confundir deseos con realidades que nunca han solucionado los problemas. Una cosa es opinar sobre qué sistema de reclutamiento es más conveniente, el obligatorio o el profesional, y otra querer eliminar las Fuerzas Armadas (FF AA).
Aunque el servicio militar obligatorio ha sido rebajado de 18 a 15 años, y la permanencia en filas o situación de actividad, de 18 a 12 meses, y en breve lo será de nueve meses, es indudable que perturba la vida de quienes han de realizarlo. No debe extrañar que ante el planteamiento de los dos modelos, si se les consulta a los futuros soldados opten por el profesional, que les exime de esa obligación, y también los que se declaran objetores de conciencia con análoga finalidad o para realizar una prestación sustitutoria más cómoda y sin el riesgo de manejar armas. Por otra parte, si la consulta se efectúa a los mandos militares, también un porcentaje preferirá el modelo profesional, que no requiere el continuado esfuerzo de instruir a nuevos reemplazos, aunque esta actividad renovadora exija inteligencia y adaptación constante de los cuadros para evitar los fallos personales de los jóvenes e inexpertos soldados.
Debate político
Cada uno de los dos sistemas tiene sus ventajas e inconvenientes y hay que analizarlos en un debate político -hasta el momento, sólo lo ha sido en los medios de comunicación-, en el que se expongan todos los factores de la cuestión y no solamente el punto de vista de los que van a realizarlo, olvidando las necesidades de la seguridad y la defensa del Estado de disponer de unidades con capacidad de disuasión.
El servicio militar obligatorio con unos contingentes de voluntarlos especiales, que después de tres años pueden convertirse en profesionales de tropa y marinería con ocho años de permanencia, es el sistema más generalizado. Fue utilizado por los dos bandos en la II Guerra Mundial, lo han tenido todos los países del Pacto de Varsovia, y en la OTAN sólo son excepción Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y, Luxemburgo. Puede ser tan efectivo como el profesional si los hombres están motivados y bien instruidos. Une y cohesiona a la sociedad y las FF AA, es más económico a igualdad de capacidad defensiva y permite disponer de reservas instruidas en un caso de conflicto, que serán necesarias por corto que éste sea.
Decir que el servicio obligatorio actual ha fracasado en Espana creo que es prematuro. La ley es de 1984; el reglamento, de 1986, y la Ley Reguladora del Régimen del Personal Militar Profesional lleva poco más de un año (19 de julio de 1989). Lo que sí opino es que "hay que mejorarlo notablemente en muchos aspectos". Sólo voy a citar cuestiones relacionadas con el personal y su duración. Hoy el joven que va al servicio militar no sólo deja de cobrar por su trabajo o de estudiar, sino que le cuesta dinero a su familia, pues con la paga de 945 pesetas al mes para pequeños gastos no puede afrontar nada.
El Estado debería pagarle el salarlo mínimo interprofesional y descontarle la alimentación, cuya asignación debe ser aumentada, pues dar de comer por 325 pesetas diarias (desayuno, comida y cena, y a veces bocadillo) a un joven de 19 años, que realiza abundante ejercicio físico, roza lo milagroso. La asignación de alimentación para los jóvenes reclusos es de unas 535 pesetas de media.
Reducción temporal
Durante la permanencia en filas, el soldado debe dedicarse exclusivamente a prepararse para ser un futuro combatiente y realizar sólo funciones del servicio militar. Estudiar todos los puestos de trabajo que pueden ser sustituidos por personal civil podría ayudar a conseguirlo. Nuestra vecina Francia tiene 300.000 profesionales de carrera, 250.000 forzosos y 130.000 civiles. El tiempo de permanencia en Filas puede reducirse por la mejora del armamento, que facilita su manejo, y de los métodos de instrucción. Aunque la reducción tiene un límite, que es poder contar con unidades instruidas cuya presencia realiza una función disuasoria.
Pero por mucho que se mejoren los dormitorios, la comida, la paga, el reclutamiento regional, los pases pernocta, el tiempo de ocio y la vida militar en general, mientras los políticos del Ministerio de Defensa y los mandos militares no logren que los soldados sepan antes de ir al cuartel que el servicio militar en las FF AA "constituye la prestación fundamental de los españoles a la necesidad de la defensa nacional" (que no van para hacerse más hombres u otras justificaciones análogas), y que cuando se licencien la inmensa mayoría estén plenamente convencidos de que no han perdido el tiempo, que su dedicación y sacrificio no han sido inútiles y han aprendido más cosas que a "obedecer, a escabullirse y a pegar un par de tiros", como hemos leído, la imagen social de las FF AA continuará deteriorándose con notorio perjuicio para todos.
es coronel del Ejército, retirado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.