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El chico de la moto

El joven arrollado por una 'patrulla verde' pide más castigo para sus perseguidores

Javier Casqueiro

"¿Vive ahí un tal Alberto Gómez Salinas?". Con esta llamada anónima, realizada sobre las 22.45 del pasado 11 de junio, se le comunicaba a Maite que su hijo se encontraba en el hospital Gregorio Marañón como consecuencia de un accidente de moto. La peripecia del caso se complicó inmediatamente. Una patrulla verde de la Policía Municipal, un tubarra, una persecución "desproporcionada", un atropello, un juicio y una discutida condena.

La familia de Alberto, aunque aceptó la sentencia dictada el 27 de noviembre por el titular del Juzgado de Instrucción número 38 de Madrid, no está conforme con la proporción del castigo. El juez condenó al policía municipal Sebastián Sánchez Bote como autor de una falta de lesiones imprudentes por atropellar a Alberto durante una persecución policial en la que el agente no respetó la distancia de seguridad. Tanto Alberto como sus padres, Maite y Antonio, rebaten muchos aspectos del relato de los hechos de la sentencia (ver EL PAÍS de ayer).Alberto admite que en la tarde del 11 de junio cogió sin permiso ni carné, para dar una vuelta por el barrio de Bilbao, la moto de su padre, una Yamaha de 80 centímetros cúbicos, algo que ya había hecho más veces.

A partir de ahí rechaza que la dotación de una patrulla ecológica adscrita a la Unidad de Servicios Especiales le diera el alto. Asegura que ni el tubo de escape de su moto hace demasiado ruido ni echa excesivo humo. Afirma también que ni escuchó las sirenas ni vio las señales luminosas, y que huyó porque pensó que unos borrachos trataban de gastarle una broma.

"¡Alto o disparo!"

Tampoco parece haber acuerdo en el desenlace. El agente defiende que al llegar a un descampado una rueda de su coche se pinchó y poco después el chico de la moto derrapó. El conductor del patrulla no acepta que su todoterreno arrollara a Alberto. La sentencia y el informe médico aportado en el juicio, sin embargo, así lo confirman.Alberto cuestiona la posibilidad del derrape. "El coche se acercaba, me daba toques, y al final el copiloto bajó la ventanilla, cogió la pistola y dijo: '¡Alto o disparo!'. Yo reduje la velocidad y entonces me dieron un golpe atrás y me caí. La camiseta se enganchó a los bajos y me arrastró". La narración sigue y se hace eco, incluso, de malos tratos. Su madre explica que "el chico, que se salvó de milagro y porque estaba muy fuerte, padece secuelas psicológicas y la espalda, en la zona quemada, está blanda como el chicle".

El abogado de la familia, Fernando Salas, estima cerrado favorablemente el caso, pendiente de la resolución de los recursos planteados por el Ayuntamiento, la policía y la fiscal.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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