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GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Los palestinos, rehenes de la guerra

Virtual estado de sitio para 1,7 millones de personas en Cisjordania y Gaza

PERU EGURBIDE ENVIADO ESPECIAL, Rehenes, prisioneros, sombras de unos suburbios peores que los de Soweto, en Suráfrica, los propios palestinos dudan a la hora de decidir su situación desesperada. Desde el mediodía del pasado día 15, unas 12 horas antes de que se cumpliera el plazo para la retirada iraquí de Kuwait decretado por la ONU, Israel les somete a un toque de queda de 24 horas. Se trata de un virtual estado de sitio que les obliga a permanecer encerrados en sus casas, sin ni siquiera una máscara antigás para afrontar los peores temores bélicos.

El toque de queda es, en principio, territorial. No afecta a los 700.000 palestinos que viven en Israel, sino a los que residen en Cisjordania y Gaza, los territorios ocupados en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, que Israel nunca se ha anexionado formalmente porque, según el plan de la ONU de 1947, corresponderían a Palestina. Pero la medida es, sobre todo, nacional, ya que los 3.000 israelíes asentados en Gaza y los 100.000 que se han instalado en Cisjordania, según fuentes palestinas, no están sujetos al toque de queda.En Cisjordania hay más de un millón de palestinos, y más de 700.000 en Gaza. La medida de excepción se impuso, además, inicialmente, en Silwan, el Monte de los Olivos y Shuafad, tres localidades de Jerusalén este sobre las que Israel sí se ha declarado soberano, donde algunos palestinos se lanzaron a la calle gritando yihad ("guerra santa") la primera noche de la guerra. El toque de queda fue levantado en estos tres lugares hace dos días.

Por lo que se refiere a los territorios, las autoridades israelíes se muestran inflexibles. "No vamos a tolerar ningún tipo de quintacolumnismo; el toque de queda se mantendrá hasta que tengamos la seguridad de que los palestinos no van a hacer nada", reiteran los portavoces, que destacan el apoyo prestado a Sadam Husein por Yasir Arafat y los llamamientos a la rebelión generalizada.

"No hay ninguna razón para esto. No ha habido manifestaciones ni trastornos importantes. Es sólo una forma burocrática de afrontar los problemas", estima Salim Ámeri, profesor palestino de unos 40 años, que vive este encierro forzoso en su casa de Ramala, en Cisjordania, como algo "opresivo y frustrante, más que humillante".

"Si los israelíes quieren evitar el quintacolumnismo palestino, lo único que tienen qué hacer es decir que estarían dispuestos a retirarse de los territorios ocupados, y en ese momento empezaría una negociación sobre Kuwait", sostiene en Jerusalén este Hana Seniora, director del periódico palestino Al Fajar, quien ha sido señalado como uno de los representantes que Israel admitiría en el caso de una negociación sobre la cuestión palestina.

"Envíen máscaras"

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Mary Khas, una palestina cristiana de 55 años que trabaja como psicóloga, habla desde Rimal, localidad próxima a la costa, bastantes kilómetros al sur del check-point de Erez, donde una barrera militar cierra por el norte la franja de Gaza. "Lo que más nos duele de esta situación es la hipocresía del mundo", razona Mary Kahs. "Líbano y los palestinos que allí viven han soportado terribles bombardeos durante mucho tiempo y nadie protestó. Siento lo que pasa en Tel Aviv y no quiero que maten a la gente, porque soy pacifista. Pero me duele que una vida israelí resulte más valiosa que una vida palestina".

Ni Mary ni ninguno de los familiares con los que convive -marido, hijos y cuatro nietos- tienen máscaras antigás. "Hemos preparado una habitación estanca, como todo el mundo aquí. El plástico se agotó en vísperas de la guerra. Y cuando hay una alarma, nos arreglamos como podemos. Cogemos toallas y trapos, por si llegan los gases".

El Gobierno israelí no distribuyó máscaras antigás en los territorios ocupados hasta que el Tribunal Supremo de Israel falló, el día 14, a favor de una demanda presentada por una mujer palestina. Para entonces sólo quedaban 170.000 máscaras, de manera que apenas el 10% de la población de los territorios ha podido conseguir una, según afirma Hana Seniora. "Tal vez el Gobierno español pudiera hacer algo en este sentido, sobre todo por los niños, porque para los menores de 15 años no ha habido máscaras", añade.

"A Ramala", decía Salim Ámeri la noche del pasado miércoles, "han venido unos autobuses para repartir máscaras, pero había pocas. Mi mujer y yo hemos pasado hoy en la cola las tres horas libres del toque de queda y no hemos conseguido nada. Al final, nos han dicho que no volvamos más, que ellos nos las traerán a casa. Tampoco tenemos sirenas que nos avisen de las alarmas. Con las puertas abiertas llegamos a oír la sirena de un asentamiento israelí que está aquí cerca. Pero por la noche tenemos que dormir con la radio puesta".

"Los soldados se están portando mal", comenta Mary Khas. "A un anciano que pidió ayuda para ir al hospital le golpearon y ahora está internado por las heridas. Otros vecinos tuvieron que enterrar a un familiar y les autorizaron a hacerlo sobre las 8.30 de la mañana. Pero los soldados les dijeron que, si no estaban en casa para las 12, les cortarían las orejas". "Lo más frustrante", añade Mary Khas, "son los niños. La situación para ellos es traumática. Están confusos y agresivos. Es difícil que entiendan que no pueden salir a jugar a la calle porque en otro sitio ha estallado una guerra".

"No nos dejan ir ni al hospital"

Hafim Abusido, portavoz del puesto de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) en Gaza, explica que "lo peor del toque de queda es la situación que crea"."Aquí hay unas 750.000 personas que siguen naciendo, enfermando y muriendo. Empieza a haber escasez de alimentos para niños y de frutas y verduras, porque los campesinos también están bajo el toque de queda". Y empiezan a faltar medicinas, sobre todo para los enfermos crónicos. " Nuestros sanitarios no llegan a todas partes y la gente tiene que ir a los hospitales, pero los soldados no les dejan salir de sus casas".

"Los que más sufren son, por supuesto, los más pobres. Como no pueden salir a trabajar nos tememos que dentro de poco muchos no van a tener dinero para comprar nada", añade.

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