El nuncio ante la ONU prevé una ola de integrismo tras la guerra del Golfo
"Más terrible que la guerra del Golfo será la posguerra. Una tempestad terrorista podrá abatirse sobre el mundo, acompañada de otra tempestad de integrismo religioso" aseguró ayer en Zaragoza el arzobispo español Justo Mullor, nuncio apostólico ante la delegación de las Naciones Unidas en Ginebra. El prelado añadió que una de las causas que más le preocupa de la guerra "es que el diálogo entre cristianos y musulmanes puede ser interrumpido".
El arzobispo español Justo Mullor disertó ayer en Zaragoza, invitado por Ibercaja, sobre Año 2000, realidad y utopía, y afirmó que "la guerra no terminará el día de su capitulación o de su fracaso total. Con la aureola de mártir, Sadam Husein podrá ser más peligroso que como soldado fanático y ambicioso".Para el representante vaticano, "el núcleo del problema está en encontrar una fórmula de coexistencia entre Israel y Palestina y una fórmula de coexistencia y de diálogo entre el Norte y el Sur. Negarse a buscar esa fórmula es condenarse al miedo, al mutuo aislamiento y, en definitiva, a vivir en estado permanente de guerra, que unas veces será fría y otras, como la presente, terriblemente violenta y destructora". "El problema", continuó el arzobispo, "es, en definitiva, un caso de justicia nacional e internacional".
"En el año 2000 el mundo necesita de una religiosidad común de los hijos de Abraham, musulmanes, judíos y cristianos. El problema no es de Irak, sino de las masas musulmanas empobrecidas que pueden ver en Occidente, en Estados Unidos y Europa, a los cristianos, al poder económico. Ellos no entienden de laicismo y confunden política y religiosidad. Existe el riesgo de que los pobres vencidos se rebelen mediante el fanatismo religioso", añadió.
Poder científico
El nuncio se refirió también a diferentes "macrorrealidades" que condicionarán el futuro inmediato. Destacó la concentración del saber científico y técnico en el hemisferio norte: "La realidad trágica del mundo es que el poder está en manos de aquellos que tienen la ciencia. El poder lo tienen las computadoras. Vamos hacia un mundo donde el gran peligro será el científico, la tecnocracia. Caminamos hacia un mundo de profunda racionalidad irracional. La racionalidad científica, de gran influjo, probablemente provocará movimientos irracionales, entre ellos el fanatismo religioso".
También se refirió al futuro de Naciones Unidas: "La ONU tiene que reforzar su carácter de control y tendrá que comenzar por el control del armamento. El problema es siempre el mismo, la lucha de la ciencia contra la ignorancia. La ONU tendrá que equilibrar este problema en el futuro. No me sorprendería que en los próximos años la ONU tuviera una gendarmería internacional, pues vamos hacia eso, hacia una interdependencia cada vez más fuerte en todos los sentidos".
Los otros condicionantes del siglo XXI son, en opinión del prelado, los siguientes: la reforma de la Iglesia iniciada por el Concilio Vaticano II, la emergencia política y comercial de los países de la cuenca del Pacífico, la descolonización y la consolidación del Tercer Mundo, la gestación de la unidad europea, el movimiento de la conciencia ecológica y la instauración de la perestroika en la URSS.
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