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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cómo está el mundo

Me gustaría escribir esto con la cabeza más fría, pero aún permanece en mis oídos el odiado estruendo de esos aviones que ayer a las doce de la noche, una vez más, han sobrevolado el tejado de mi casa hasta casi hacer saltar los cristales de las ventanas hechos añicos. He llamado al Ayuntamiento con el exclusivo fin de manifestar mi protesta, y la respuesta ha sido: "¿Es que no sabe usted cómo está el mundo?".Por eso, cuando he leído el llamamiento de Andrés Sorel a los escritores españoles contra la ternida guerra del Golfo para que no existan silencios, me he atrevido a redactar estas líneas. Creo que serán los escritores y pocos más los que se atevan a no callarse. Mi experiencia de casi 13 años en una población de 80.000 habitantes, con una base militar que ha provocado numerosas sorderas, problemas psíquicos y otros malestares entre la población, es que, a la hora de participar en una acción -pacífica pero enérgica- para que todo esto acabe alguna vez, la respuesta ha sido el silencio. Son muy poquitos los habitantes de Torrejón a los que he visto movilizarse en la típica marcha anual, que sólo sirve de testimonio a unos pocos.

No obstante, no me callaré: seguiré dando la lata, llamando a las emisoras cada vez que estos aviones interrumpan mis audiciones de música, mis charlas con la gente, el sueño de mi hijo, el descanso. Es lo mínimo que puedo y debo hacer como ciudadano que paga sus impuestos y que no tiene por qué marcharse de la población donde vive. Que se vayan ellos.-

Es curioso

de la guerra parece aproximarse batiendo el tambor de la muerte, y a nte su avance la mente se extravía tratando de establecer quién es el culpable de esta situación.Evidentemente, es culpable Sadam Husein por haber desencadenado una acción militar de anexión de un pequeño país cuyo Ejército era casi inexistente y por haber dado razones a todos cuantos creen que el mantenimiento de la paz pasa por la preparación de la guerra.

Pero no menos culpables son los dirigentes de este Occidente empeñado en celebrar el centenario de otra conquista, que desde los inefables EE UU a la España que nos ha tocado vivir, han armado, tolerado y permitido que Irak se convirtiera en una potencia regional y su líder en un iluminado armado mortíferamente hasta los dientes. Los que han armado al monstruo serán tan culpables ante la historia de lo que a partir de ahora suceda.

Y también es culpable, ¿por qué no?, Kuwait y sus dirigentes de fomentar una masacre desde sus exillos dorados. Estoy seguro de que en el caso de que Kuwait persista como territorio independiente después de la hecatombe muy pocos kuwaitíes habrán derramado una gota de sangre en aras de un. estúpido concepto de patria. Y hablo de kuwaitíes, no de esos miles de trabajadores de otra nacionalidad, la mayoría de la población del emirato en el momento de la invasión, que, carentes entonces de muchos derechos, fueron después los más perjudicados.

Por tanto, carece de interés preguntarse quién es el culpable de esta situación. Todos, por activa o por pasiva, somos culpables. El único sentido en estos momentos debe ser parar la guerra y pararla a costa de lo que sea. Si todos somos culpables de haber llevado al mundo al borde de una guerra de consecuencias impredecibles, alguien debe ser capaz de rectificar y dar, como decía John Lennon, una oportunidad a la paz. Finalmente, los monstruos mueren y las armas, si no se utilizan, se oxidan.

Y sepan finalmente aquellos

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El jinete

Madrid.

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