Bolsas
Oigo contar a un corresponsal de radio desde Washington que el Pentágono ha encargado exactamente 16.999 bolsas de plástico, de color verde y dos metros de longitud, para meter en ellas los cadáveres de los soldados norteamericanos caídos en los primeros combates contra Irak. El cálculo de estas víctimas no ofrecía demasiadas dificultades para el ordenador que lo ha realizado.Pilotos, infantes de Marina, paracaidistas y demás guerreros con máscara antigás (medio millón) no ignoran que su Gobierno, que ha pensado en todos los detalles para garantizar la victoria aliada, es también previsor hasta extremos macabros, por no decir grotescos. Que vayan a hacer falta 16.999 bolsas en esta liquidación de enero no significa, cabe añadir, que se renuncie luego a efectuar eso que en los grandes almacenes llaman un saldo rabioso. Finalmente, y hasta que los precios vuelvan a la normalidad, la maquinarla de guerra ofrecerá al mundo su última y total oportunidad devastadora: "Liquidamos la liquidación", podría ser el atómico eslogan.
Morir en la gran rebaja del Golfo llevará a los muchachos que defienden libertad y orden con gasolina sin plomo nada más que a la bodega oscura de los aviones funerarios. En cambio, el luchador musulmán, desprovisto de bolsa de plástico, será transportado al paraíso de Alá en la alfombra mágica, tejida por Sadam Husein, sin escalas técnicas en este viaje.
A cualquiera se le ocurre pensar que ha sido una lástima que semejantes dotes de pragmatismo previsor hayan traicionado incluso a los mejores cerebros de la gran potencia en el momento de detectar y de medir el alcance de un conflicto como el que ahora nos afecta a todos. Aquel atraco y secuestro a mano armada de Kuwait no deja opción entre la bolsa o la vida. Todo es basura.
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