No es inevitable
LA CONVOCATORIA, mañana, de una reunión de los ministros de Exteriores de la CE en Luxemburgo sobre el problema del Golfo responde a los sentimientos de amplios sectores de la opinión pública mundial que anhelan se utilicen al máximo los recursos de la diplomacia para evitar la guerra. ¿Es ilusorio pensar en ello cuando Sadam multiplica sus amenazas y el vicepresidente Quayle habla de guerra "rápida, masiva y decisiva"? En realidad, desde agosto estamos al borde de la guerra, y cuando ello ocurre, las declaraciones, por belicistas que sean, no son incompatibles con los contactos, más o menos secretos, para buscar vías que eviten el choque militar.Es lo que ocurre hoy. A tan sólo 12 días de la fecha a partir de la cual la ONU ha autorizado el empleo de la fuerza para imponer el cumplimiento de sus resoluciones se intensifican los esfuerzos encaminados a buscar vías de solución diplomática. El viaje del rey de Jordania por varias capitales europeas; la reunión de los presidentes de Egipto, Siria y Libia; la visita a Bagdad de un viceprimer ministro de la URSS, son pasos orientados hacia ese objetivo común. La nueva gira por Europa y Oriente Próximo del secretario de Estado de EE UU, James Baker, indica asimismo la necesidad creciente que tiene Washington de compaginar las advertencias más severas con la búsqueda de soluciones en el terreno de la diplomacia.
En ese marco se inscribe la reunión de mañana en Luxemburgo. Conviene recordar que cuando EE UU decidió entablar un diálogo directo con Irak -una vez votada la resolución de la ONU sobre el uso de la fuerza-, la CE ya había acordado también entablar contactos similares. Los suspendió cuando el diálogo EE UU-Irak quedó bloqueado -por las exigencias de Sadam sobre la fecha. ¿Tiene sentido que ahora la CE siga pasiva, esperando a que EE UU e Irak logren dialogar entre sí, o a que pase el tiempo y las armas empiecen a hablar? Nada justificaría una actitud de inhibición. Interpretar una iniciativa europea como un debilitamiento del frente contra el agresor iraquí que se ha formado en la ONU sería absurdo. En caso de eventuales conversaciones, el objetivo de la CE sería lograr que la resolución de la ONU se curripla. Nadie propone otra cosa.
En realidad, una iniciativa de la CE -propuesta en primer lugar por Alemania y Francia- aparece hoy particularmente necesaria a la luz de la amplísima oposición que se manifiesta en todo el mundo ante un recurso rápido a la guerra, una vez pasada la fecha del 15. El Papa acaba de hacerse eco de ese sen timiento al decir que "la guerra es una aventura sin retorno". Y en EE UU, el jefe de la minoría republicana en el Senado, Robert Dole, ha dicho que el pueblo no quiere la guerra y que exige del presidente que agote todas las posibilidades antes de entrar en ella. El ex colaborador de Carter y prestigioso analista Zbigniew Brzezinski, poco sospechoso de pacifismo, ha abogado desde The Washington Post por una solución pacífica "del último minuto", señalando que "un esfuerzo europeo por encontrar una fórmula de aplicación de la resolución de la ONU sobre Kuwait, incluyendo un seguimiento amplio sobre otros temas, sería ciertamente adecuado".
La alusión es obvia: Europa, a diferencia de EE UU, ha exigido un compromiso claro de que la ONU convocará una conferencia para resolver el problema palestino junto con otros pendientes en la región. Tal actitud puede facilitar un terreno de diálogo con Sadam, sin que ello debilite la exigencia prioritaria del cumplimiento de las resoluciones de la ONU.
El optimismo está hoy fuera de lugar, cuando vivimos días tan cargados de amenazas. Pero a Europa le toca, por angosto que sea el camino para evitar la guerra, jugar aún esa carta.
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