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El padre Aristide promete un Gobierno para Haití guiado "por el amor y la justicia"

Antonio Caño

El padre Jean-Bertrand Aristide, virtual presidente electo de Haití por abrumadora mayoría, descartó que su Gobierno vaya a tener una orientación marxista, y anunció que los principios que regirán su gestión serán el amor y fa justicia, según declaraciones de su principal colaborador y portavoz oficial.

"Lejos de ser marxista -aunque utiliza esta filosofía, como otras no católicas, para el análisis de la realidad-, la acción de Aristide está fundamentada sobre lo esencial del mensaje del Evangelio: el amor y la Justicia", manifestó ayer a los periodistas Paul Dejan, secretario privado del triunfador de las elecciones del pasado domingo.Aristide ha anunciado que no aparecerá en público para reclamar su contundente victoria hasta que ésta no sea reconocida oficialmente por el Consejo Electoral, que sólo ha informado hasta ahora de resultados muy parciales que confirman una ventaja del sacerdote por más del 70% de los votos.

Paul Dejan afirmó que las acusaciones sobre el radicalismo de Aristide son "gratuitas" y aseguró que su actuación como próximo presidente no estará guiada por ideologías políticas sino "por el respeto al pueblo haitiano, que consiste en reconocer en cada haitiano a un ser humano que debe ser tratado con plena dignidad, al que hay que garantizarle el ejercicio estricto de sus derechos humanos, de su derecho a la vida, al trabajo y a la justicia", Haití está todavía bajo los efectos de lavalas, la palabra creole que define a la perfección el movimiento popular que ha surgido en este país, la avalancha que promete borrar radicalmente el pasado y sentar las bases de una nueva nación. Aristide es solamente el líder de lavalas. No es miembro de ningún partido político, ni está comprometido específicamente con ninguna fuerza a la hora de integrar su Gabinete. Estarán los mejores, según dijo Dejan, sin más condiciones que sintonizar con lavalas.

Fenómeno insólito

El fenómeno de lavalas, además de trascendente para Haití, resulta insólito en el marco internacional. "Es la primera vez en Haití, en América Latina y, tal vez, en el mundo", explica Paul Dejan, "que ha sido llevado a la presidencia un hombre que no tiene el respaldo del poder militar, ni del poder religioso, ni del poder económico, ni del poder de la diplomacia internacional, ni del poder de los partidos tradicionales. Ha sido llevado a la presidencia por el pueblo para ser su portavoz".A la hora de buscar una explicación a este fenómeno, muchos han querido ver en Aristide una suerte de ayatolá del Caribe. Pero la comparación no sirve. Aristide no es fruto del fanatismo religioso de una población en cuyas creencias se mezclan el catolicismo y el vudú. El presidente electo ha advertido incluso que no tiene inconveniente en colgar los hábitos si el Vaticano le obliga a elegir entre su fe o su país. Aristide es -sin caer por una vez en la demagogia- un caso intrínsecamente puro de representación popular. Como dijo en su campaña: "Yo no soy el candidato, el candidato es el pueblo".

Esto, por supuesto, ha confundido al embajador de Estados Unidos, que declaró públicamente poco antes de las elecciones que los haitianos se arrepentirían si votaban por Aristide.

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Esta amenaza parece olvidada hoy por los asesores de su sacerdocio, que afirman que el próximo Gobierno haitiano no será antinorteamericano. "Será antiimperialista, pero no antiriorteamericano", declaró Dejan. "Lo que no toleraremos", añadió, "es que el Gobierno de Estados Unidos quiera seguir manteniendo al pueblo haitiano bajo su control, como ha sucedido históricamente". Aristide no quiere convertirse en una piedra en el zapato de Estados Unidos, pero los observadores estiman que su sola presencia representa ya un elemento novedoso que puede influir en el futuro de toda el área.

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