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UNA NUEVA ERA EN HAITÍ

El padre Aristide arrasa en la elección presidencial, según resultados no oficiales

Antonio Caño

Haití ha celebrado más la victoria electoral del sacerdote Jean-Bertrand Aristide en las elecciones presidenciales del domingo pasado que el fin de la dictadura duvalierista en febrero de 1986. La revolución pacífica dirigida por el sacerdote surgido de los barrios más pobres del país más pobre de América Latina se impuso finalmente a las campañas millonarias y a los sabotajes electorales. Aún sin resultados oficiales, nadie dudaba ayer en Puerto Príncipe que el triunfo de Aristide es rotundo, indiscutible y profundamente transformador de la historia de este país.

ENVIADO ESPECIAL,El Frente Nacional para el Cambio y la Democracia (FNCD), la coalición izquierdista encabezada por Jean-Bertrand Aristide -el sacerdote suspendido por el Vaticano por negarse a ser trasladado a una parroquia de Canadá-, posee datos que le dan una victoria por más del 70% en todo el país y cerca del 90% en Puerto Príncipe. Los sondeos privados de las Naciones Unidas y de embajadas extranjeras coinciden básicamente con esas cifras y dan por seguro un triunfo del FNCD que hace innecesaria la segunda vuelta.El más convencido de su victoria es el propio pueblo haitiano, que se echó a las calles ayer persuadido de que no era necesario contar los votos. El apoyo obtenido por Jean-Bertrand Aristide superaba el nivel de un triunfo electoral para convertirse en un auténtico plebiscito que deja sorprendentemente el poder en manos de un hombre que ha prometido poner el Estado al servicio de los desposeídos.

Al comenzar el día, inmediatamente después de haber superado el miedo a una reacción violenta por parte de los enemigos del cambio, decenas de miles de personas recorrieron las calles de la capital haitiana con ramas de árboles en las manos y gritos de alegría desbordada por la victoria de Aristide.

Las gentes se abrazaban en las esquinas, saludaban a los blancos que habrían contribuído en el proceso electoral, corrían al ritmo de la música afrocaribeña, saltaban y cantaban letras que anunciaban la llegada del hombre al que todos quieren como a un padre bueno que se preocupa por el bienestar de sus hijos."Titid, presidente""Titid ya está aquí, Titid ya está aquí", repetían con la convicción de un mensaje religioso y la exaltación del vudú. "Titid presidente, Titid presidente", gritaban con la fuerza de un ejército victorioso que acabara de vencer la última resistencia. Ni siquiera los llamamientos del propio Aristide a no celebrar manifestaciones para no caer en provocaciones y enfrentamientos pudieron evitar esta muestra espontánea de felicidad.Triunfó lo que los haitianos llaman lavalas, la avalancha popular que lo inunda todo y lo vence todo.

Nadie, ni el consejo electoral ni cualquier otra autoridad va a ser capaz de decirle ahora a este país que Aristide no ha ganado las elecciones, aunque los resultados oficiales no se espera que sean dados a conocer hasta el mediodía de hoy.Jean Bertrand Aristide se quedó todo el día encerrado en un lugar desconocido, a buen recaudo de los tonton macoutes y de otros pistoleros de distintas tendencias que habían jurado impedir por todos los medios que el sacerdote populista llegase a la presidencia de la República.

Los observadores internacionales destacaron, en palabras del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Joáo Baena Soares, la paciencia de la población para soportar todas las irregularidades electorales y elogiaron el comportamiento de las Fuerzas Armadas, que, hasta el momento, han encajado la realidad sin una sola muestra de insubordinación. Un portavoz del FNCD, Evans Pol, nuevo a ca e e ecto de Puerto Príncipe, declaró ayer que la victoria era inapelable y que el Ejército, como los demás sectores de la sociedad haltiana, "tendrá que aceptar esos resultados".

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Aunque toda la campafia de Aristide ha sido un anuncio de que el duvalierismo será liquidado y de que Aristide desarrollará una política antlimperialista, los observadores creen que el Gobierno del sacerdote no será excesivamente radical.

Se espera, por ejemplo, que invite a formar parte de su Gabinete a partidos que apoyaron al derrotado candidato centroderechista Marc Bazin, e incluso es posible que ofrezca el cargo de primer ministro a Serge Gilles, el líder de un partido socialdemócrata reconocido por la Internacional Socialista que integró la coalición de Bazin.

La victoria de Aristide es, desde luego, una derrota de los planes de Estados Unidos, pero los asesores del triunfador creen que lo más importante para los norteamericanos es demostrarle a Cuba que el único país de América Latina donde faltaban por celebrar elecciones libres ha cumplido ya ese trámite.

Pero la historia final de estas elecciones no podrá escribirse hasta que Aristide tome posesión de la presidencia el próximo 7 de febrero, quinto aniversario de la caída de Jean Claude Duvalier. Hasta esa fecha, este sacerdote de la teología de la liberación deberá sortear todavía muchos obstáculos, entre otros más agresivos los intentos de golpe constitucional de quienes intentan probar que los comicios no fueron convocados en condiciones de plena legalidad. Después del 7 de febrero, el reto principal para Aristide será conservar el lavalas y satisfacer las enormes esperanzas de quienes creen haber interferido definitivamente en el trágico destino de Haití.

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