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La oposición rumana pide la dimisión del Gobierno y del presidente Iliescu

La ciudad de Timisoara, epicentro de la revolución rumana contra la dictadura de Ceausescu hace hoy un año, comenzó ayer una huelga general en demanda de la dimisión del presidente, Ion Iliescu, y del Gobierno de Petre Roman, así como de la liquidación del aparato comunista integrado en el Frente de Salvación Nacional (FSN). En Bucarest, la conmemoración de la revolución de diciembre de 1989 se reflejó en un considerable incremento de la vigilancia policial en las calles.Miembros de la Afianza Cívica, la asociación de oposición radical al Frente, en la que están integrados los líderes Intelectuales de la revolución de diciembre, manifestaron ayer que la huelga general política es la última oportunidad de un cambio pacífico en Rumania. Sin embargo, decidieron no llamar a manifestaciones en Bucarest por teinor a incidentes violentos.

Partidos de la oposición, desde el socialdemócrata a los dos históricos, el Nacional -Liberal (PNL) y el Nacional-Campesino (PNC), anunciaron ayer la creación de un frente contra el Gobierno actual. El líder del PNL, Radu Campeanu, reconoció que el jueves había solicitado a lliescu el inmediato cese de Roman y su sustitución por una personalidad independiente.Varias decenas de míles de manifestantes llamaron ayer en el centro de Timisoara a todos los rumanos a unirse a las protestas, Obreros de las fábricas en huelga Y estudiantes recorrieron ayer continuamente la ciudad entre gritos de "abajo lliescu, abajo Roman", "abajo el comunismo" y "abajo el FSN". Las movilizaciones concluyeron sin incidentes. Hace exactamente un ano, con unas manifestaciones en solidaridad con un sacerdote perseguido por la Securitate, los ciudadanos de esta ciudad desencadenaron la revuelta que acabó con Ceaucescu.

Las protestas se extendieron ayer a otras partes del país. Mineros en diversos pozos, las universidades y numerosas empresas en localidades como lasi, Bucarest y Brasov anunciaron huelgas de advertencia y preparativos para un paro indefinido. Los trabajadores del transporte terrestre, cuya huelga a principios de semana fue desconvocada tras promesas de concesiones del Gobierno de Petre Roman, volvían ayer a debatir su adhesión a la protesta con el objetivo declarado de hacer caer el Gobierno.

Doru Braia, un periodista y dirigente de la Asociación de Timisoara manifestó ayer a EL PAÍS que si la huelga general no tiene éxito, la sangre volverá a correr en Rumania.

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