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Un hincha muere en Buenos Aires alcanzado por un trozo de cañería de hierro en la cabeza

Un hombre joven, de 37 años, desocupado, padre de tres hijos pequeños, socio del Boca Juniors, llamado Saturnino Cabrera, quedó muerto, asesinado, la noche del viernes sobre los escalones de la tribuna baja del estadio de su equipo favorito, La Bombonera. Le destrozó la cabeza un trozo de cañería de hierro arrancado de los baños y arrojado desde el piso superior, el segundo de los tres anfiteatros populares en el fondo sur del campo, donde se coloca habitualmente el público visitante y que era ocupado esa noche por la barra brava y los hinchas del San Lorenzo de Almagro.

El partido que ganaba el San Lorenzo por 0-1 frente al Boca fue suspendido antes de que se iniciara la segunda parte del juego. Navarro Montoya, el portero del Boca, fue avisado por el público del crimen y advirtió a sus compañeros y al colegiado, Juan Carlos Lostau, quien tomó la decisión de no continuar.La esposa de Saturnino Cabrera, la víctima 107 en los campos argentinos en los últimos 32 años, se enteró por el programa deportivo que estaba escuchando en la radio de lo que había ocurrido y le pidió a una amiga que la acompañara hasta el estadio, ubicado a sólo tres calles de distancia. Cuando llegó a la enfermería, donde hasta ayer de madrugada yacía el cadáver de su marido, la mujer se desvaneció. Un policía que ayudó a recoger el cuerpo en la tribuna dijo: "Estaba desfigurado, era impresionante".

Los médicos aseguraron que la muerte fue instantánea. El tramo de la cañería de agua arrancado por los fanáticos del San Lorenzo de uno de los baños, tenía unos tres metros de largo y cayó de forma perpendicular sobre la cabeza de Cabrera luego de golpear en el borde del balcón del primer piso. La directiva del Boca ofreció a los familiares, ayer por la mañana, velar a Cabrera en la sede del club, bajo las tribunas de la calle Brandsen, la misma donde vivía y donde murió.

34 detenidos

La comisaría de policía del barrio retenía hasta ayer a 34 personas detenidas luego de la suspensión del partido. En el hospital Doctor Cosme Argerich, a unas diez calles del estadio, la guardia atendió a siete heridos, dos de ellos de bala. Las violentas barras del Boca y del San Lorenzo se enfrentaron antes, durante y después de la muerte de Cabrera. Todos ellos se habían citado durante la semana para cumplir con las venganzas que se tenían prometidas desde que un grupo de fanáticos del San Lorenzo robó las banderas guardadas en la casa de un hincha del Boca.José Barrita, apodado El Abuelo por su cabello cano, destacado jefe de la barra del Boca, se había entrevistado esta semana con El Poli, uno de los líderes de la barra del San Lorenzo, para advertirle sobre lo que podría ocurrir la noche del viernes si n o devolvían las banderas, en especial una que les había regalado el jugador Diego Maradona. Los directivos de ambos clubes sabían también que sería una noche especialmente violenta por la rivalidad histórica entre estos clubes, considerados de los grandes del fútbol argentino. A su vez, la policía preparó uno de sus llamados operativos de clase A, que consiste en un refuerzo de todos los puestos y en la intervención de cordones especiales de la guardia de infantería para evitar que los hinchas de uno y otro equipo puedan encontrarse dentro o fuera del estadio.

Augurios de tragedia

Desde el comienzo, los gritos y los insultos auguraban la tragedia. La hinchada del Boca, ubicada en el primer piso, pero en el fondo opuesto, se trasladó hasta el punto más cercano a la que ocupaba la barra del San Lorenzo. Los grupos atrincherados detrás de los muros se arrojaron piedras y trozos de cemento. En ese momento, cuando ya había finalizado la primera parte del juego, una banda de la barra del San Lorenzo arrancó de los baños un tramo de la cañería del agua y la arrojó hacia abajo, donde habitualmente se colocan los socios del Boca que no quieren mezclarse con los fanáticos de su equipo. Uno de ellos, el socio número 97.666, padre de tres hijos pequeños, un hombre angustiado porque no tenía trabajo fijo, era Saturnino Cabrera.Las barras se separaron sin dejar de arrojarse piedras. Algunos balazos sonaron después en los alrededores del estadio sin que hubiera más víctimas.

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