_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No se hizo en un día

EL IMPULSO adquirido por la Comunidad Europea (CE) es tal que cada cumbre que celebran sus jefes de Estado y de Gobierno es un nuevo e imparable paso hacia el objetivo -percibido más o menos difusamente- que nos es común a los europeos: llegar a constituir una unidad política, económica y social, un espacio cultural compartido, después de 2.000 años de historia.Hoy se inicia en Roma un consejo comunitario que a los problemas al uso en la mecánica de la CE añade el lanzamiento de dos conferencias intergubernamentales para la modificación del Tratado de Roma (una sobre unidad económica y monetaria y la segunda sobre unidad política). De las sesiones de éstas, que durarán cuando menos todo el primer semestre de 1991, depende la configuración final del país Europa, que ya preanunciaba la reforma del Acta única de 1985 (establecimiento del mercado único para 1993 y creación formal de la cooperación política).

La conferencia para la unión económica planteará la incorporación como enmiendas al Tratado de Roma (huérfano de referencias monetarias) de las fases del proceso de transferencias monetarias a las instituciones comunitarias, destinadas a dotar a la CE de una moneda única. Ello no implica que exista unanimidad en el calendario deseable para su concreción, ni en el necesario desarrollo institucional para la consecución de un banco central europeo, que es el símbolo de la segunda de las etapas previstas. Probablemente, las dos grandes cuestiones a tratar en Roma desde la perspectiva económica y monetaria sean las de definir con precisión el momento de iniciar esta segunda fase -tras la consecución del mercado único- y la definición de competencias del mencionado banco central europeo. Donde se pondrá a prueba la voluntad de cada autoridad nacional de avanzar en el proceso de integración monetaria será en su capacidad de renuncia a importantes parcelas de soberanía, que ahora ostentan la casi totalidad de los países en los que las relaciones de los Gobiernos con los bancos centrales distan del modelo alemán del Bundesbank, origen del adoptado por la Comunidad.

El debate político, por otra parte, está en pleno apogeo entre los partidarios de un serio avance hacia la unidad europea con amplios poderes supranacionales y los que prefieren un ritmo tan lento que deje las cosas casi como están. Por desgracia, tal debate no encuentra eco en España. El de la CE no es el único proyecto de unión posible, pero sí el que más adhesiones concita. Lo que ocurre es que la dinámica europeísta no puede mantenerse con el piñón libre de la inercia; para completarse necesita actos específicos de voluntad política. Ese momento ha llegado.

Ha sido muy importante la asamblea conjunta celebrada en Roma a rinales de noviembre por diputados de los 12 Parlamentos de los países de la CE y del Parlamento Europeo de Estrasburgo. Todas las tendencias políticas presentes se pronunciaron por una Europa federal y por una ampliación de las competencias supranacionales de la CE para que éstas abarquen los -temas de política exterior, de seguridad y del espacio social común.

Pero la asamblea de parlamentarios también centró sus debates sobre la evolución de las estructuras políticas de la CE. Al progresar la supranacionalidad, las decisiones de la Comunidad pueden acabar tomándose por métodos cada vez menos democráticos. No se puede olvidar que en 1993 casi todas las decisiones económicas importantes serán europeas: o sea, serán tomadas por el Consejo de Ministros, con un teórico y lejanísimo control parlamentario en cada país. Por eso es tan necesario democratizar el funcionamiento de la Comunidad. En una carta dirigida el 6 de diciembre por Mitterrand y Kohl a los otros jefes de la CE, ambos hablan de la necesidad de elevar la legitimidad democrática comunitaria y de reforzar el papel del Parlamento de Estrasburgo.

Ése es el camino hacia el que la cumbre orienta a la conferencia intergubernamental sobre la unión política: profundización de las instituciones comunes, redefinición de sus competencias, control democrático y puesta en común del mayor número posible de decisiones. Quienes esperan de la cumbre de Roma -la ciudad que no se hizo en un día-, o de las inmediatamente posteriores, la formulación de una estructura de Estado -unitario, federal, confederal- aguardan en vano: el proyecto de Europa se hace de abajo arriba precisamente para salvaguardar los derechos y la libertad de sus ciudadanos. En ese proyect o pueden caber todos y es en él en donde encaja razonablemente la solicitud de adhesión cursada anteayer por Suecia, que ha vencido así sus reticencias impuestas por la neutralidad y el Estado del bienestar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_