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En busca de la revolución pacífica

Los colombianos eligen hoy una Asamblea Constituyente para reformar su Carta Magna

Antonio Caño

Algo parecía modificar el dramático destino de este país cuando la selección de fútbol de Colombia empataba en julio pasado con Alemania y pasaba a la fase final del Campeonato del Mundo. El entrenador del equipo colombiano en el Mundial de Italia, Francisco Maturana, forma parte de la lista del Movimiento Diecinueve de Abril (M-19) que hoy será votada en las elecciones para la formación de una Asamblea Constituyente, comicios que equivalen a un singular intento de revolución pacífica.

Cuando se jugó ese partido contra la poderosa selección alemana, el pasado mes de junio, Colombia acababa de salir de unas elecciones sangrientas, en las que fueron asesinados dos de los más importantes candidatos presidenciales; el M-19, recién salido de la actividad guerrillera, huía de una pléyade de criminales potenciales y el propio presidente electo, César Gaviria, se refugiaba en un bunker para preservar su vida hasta la toma de posesión. Una sensación de descomposición y de caos generalizado se había apoderado de Colombia.La llegada de Gaviria a la presidencia de Colombia, en el mes de septiembre, después de los éxitos deportivos de Maturana, sirvió, al menos, para que los colombianos volvieran a creer en su suerte, en la confianza de que si el país no se había acabado durante la gestión de Virgilio Barco, no habría mal sobre la tierra capaz de destruirlo.

100 días de Gaviria

Los 100 primeros días de la presidencia de Gaviria ofrecen, por tanto, un panorama más optimista de Colombia, no porque los problemas tradicionales hayan desaparecido, sino porque existe un nuevo estado de ánimo nacional y una mayor originalidad y audacia para buscar soluciones.La iniciativa de mayor trascendencia es, sin duda, la Asamblea Constituyente que quedará integrada en las elecciones de hoy, aunque, en justicia, la propuesta hay que atribuírsela al Gobierno de Barco. Durante los seis meses que tendrá de vigencia esta asamblea, a contar desde el próximo 5 de febrero, sus 70 miembros tendrán el poder de reformar la Constitución y adaptar las anticuadas estructuras políticas de este país a las necesidades actuales.

Como si el instinto popular fuese indestructible, las encuestas indican que los colombianos van a dejar buena parte de la gran responsabilidad de esa Asamblea en manos de una fuerza joven, nueva y revolucionaria en sus conceptos, el M-19, que, de acuerdo a los sondeos, va a quedar cerca de ocupar la mitad de los escaños del flamante órgano legislativo encargado de reformar la Carta Magna.

Conscientes de la trascendencia de su papel, el M-19 ha presentado una lista de candidatos que tratan de representar a distintos sectores de la sociedad colombiana. En ella, además de Maturana -que, seguramente, tendrá que abandonar su actividad como entrenador del Valladolid para dedicarse a la política- participan políticos liberales, conservadores, intelectuales, activistas sociales y ex guerrilleros con largo historial de violencia.

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Muchos de ellos estarán a partir de mañana entre los 70 hombres con más poder del país, con poder, teóricamente, para convocar nuevas elecciones presidenciales o abolir el Parlamento. Nadie espera decisiones tan radicales como ésas, pero sí transformaciones sustanciales que devuelvan su carácter al órgano legislativo, refuercen la autoridad de los jueces y limiten la acción del Ejecutivo; transformaciones como la depuración de la Cámara, la abolición de la extradición, la suspensión del estado de sitio, vigente casi permanentemente en el país.

En definitiva, transformaciones que acaben con la compra de votos, con los legisladores vendidos, transformaciones que blanqueen la fachada del Estado colombiano y le den más credibilidad y contenido.

Aspirantes a escaños

Para ello, los constituyentes del M-19 tendrán que entenderse con el resto de las fuerzas aspirantes a escaños: los candidatos del gubernamental Partido Liberal, los conservadores derechistas de Alvaro Gómez, los conservadores centristas de Misael Pastrana, además de grupos sociales independientes que compiten por algún asiento, y los grupos guerrilleros que acepten abandonar las armas, para los que se han reservado dos escaños por derecho propio, sin necesidad de someterse a votación popular.Sin embargo, sólo una organización guerrillera de escasa actividad ha aceptado hasta ahora sumarse al juego constitucional, el Ejército Popular de Liberación (EPL), mientras que otros dos grupos pequeños, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y Quintín Lame han iniciado negociaciones con el Gobierno, y los dos más importantes, las Fuerzas Armadas Revolucionarlas de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) continúan su actividad guerrillera.

El Gobierno parece dispuesto incluso a aumentar los asientos en la Constituyente si más organizaciones guerrilleras siguiesen los pasos del M-19, pero por el momento eso no parece una posibilidad inminente, al menos en los casos de las FARC y el ELN.

El Gobierno del presidente Gaviria ha tenido hasta ahora más éxito para desarmar a algunas de las más feroces bandas paramilitares, como es el caso de la capitaneada por Fidel Castaño, alias Rambo, que, durante años impuso la ley de la venganza en las regiones de Córdoba y Urabá. Rambo entregó sus armas el 26 de noviembre, se escondió y repartió sus tierras entre las familias de muchos de los campesinos a los que había mandado asesinar durante años.

Asesinar es una palabra que en los últimos años se ha convertido casi en un tópico en Colombia por culpa del narcotráfico. El narcotráfico fue la herencia más pesada que Virgilio Barco dejó a su sucesor, aunque Gaviria, pese a que en la campaña presidencia! aseguró que no negociaría con los jefes de los carteles, ha desarrollado después una política de pacificación y de compromiso a todo precio.

Algunos críticos del presidente dicen en Colombia que Gaviria ha rendido al Estado frente al narcotráfico, pero lo cierto es que las modificaciones legales incorporadas por su Gobierno para permitir que los narcotraficantes sean juzgados en Colombia con garantías y casi con benevolencia han permitido que en estos momentos existan serias expectativas de próximas entregas voluntarias de muchos de los jefes.

Menor clima de tensión

Los llamados extraditables mantienen todavía secuestrados a nueve conocidos periodistas colombianos, las listas de muertos se siguen agrandando cada día con los ajustes de cuentas y las venganzas, pero el clima de tensión de meses atrás se ha reducido apreciablemente, la violencia indiscriminada de las bombas ha cesado y un nuevo tono de fatal entendimiento se ha impuesto en las negociaciones nunca reconocidas entre representantes del cartel de Medellín y del Gobierno.Si no avanza antes, este problema tendrá que ser abordado también por la Asamblea Constituyente. Por ahí se abre un camino de esperanza, un camino de cambio, para resolver, al menos, aquella parte del tráfico de drogas que afecta e influye en la vida de los colombianos.

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