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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dinámica de paz

EL ANUNCIO de la inmediata liberación de todos los rehenes que mantiene el régimen de Sadam Husein coincide en el tiempo con la propuesta oficiosa de Estados Unidos de convocar una conferencia internacional sobre Oriente Próximo, con la cuestión palestino-israelí en primer término. Sería necio ignorar que mientras siga habiendo en la zona una concentración de tropas y armas como la que actualmente se da en el Golfo, el riesgo de guerra subsistirá. Pero esos anuncios son indicativos de que la dinámica de paz intenta imponerse a la de la guerra y que la lógica política invade un terreno que hasta hace poco estaba dominado por la exclusiva lógica militar.La unanimidad y firmeza del rechazo internacional a la agresión iraquí han impedido que Sadam Husein consiga sus dos principales objetivos estratégicos, ambos interrelacionados: convertirse en la potencia hegemónica en la zona y erigirse en árbitro del mercado petrolero internacional. Los efectos del embargo requieren tiempo para hacerse visibles, pero ya puede afirmarse que su puesta en práctica ha obligado a Sadam a renunciar a esos objetivos y sustituirlos por otros.

El dictador iraquí está todavía en disposición de crear graves perturbaciones en el equilibrio internacional, pero sin la posibilidad de exportar su crudo y de contar con repuestos para su maquinaria bélica no puede ganar esa eventual guerra ni utilizar su posición en el mercado petrolero para financiar sus otros objetivos políticos o económicos. El embargo ha sido, pues, el factor decisivo, aunque para garantizar su credibilidad haya requerido el simultáneo despliegue militar.

Así, los aliados han compensado la ventaja inicial adquirida por Sadam con su agresión por sorpresa. Ello permite dejar paso a la política, incluyendo su dimensión específicamente diplomática. Ahora el objetivo es evitar la guerra, pues si es posible que a un dictador megalómano como Sadam, que desencadenó una guerra que costó un millón de vidas humanas, no le importe sacrificar algunos cientos de miles más, al mundo civilizado sí le importa. No sólo las víctimas que se registrarían entre las fuerzas aliadas, sino las -seguramente mucho más numerosas- que se producirían entre la población iraquí.

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Por ello, la negociación es ahora objetivamente posible. El que desde sectores árabes proiraquíes se deslicen ofertas que tienden a complicar el problema, por una parte, y a reducir los límites de lo que Sadam consideraría irrenunciable, por otra, indica que el régimen de Bagdad ha interiorizado ya la imposibilidad de una victoria por su parte. Ello favorece la dinámica de paz.

El objetivo de mantener la unanimidad internacional, más la presión de su propia opinión pública, ha obligado a EE UU a hacer compatible la firmeza en el emplazamiento bélico con la flexibilización de sus posiciones de política exterior. Seguramente no es inconveniente que, al menos de momento, ambas cosas se mantengan. De confirmarse (para lo que habrá de vencer la obcecada resistencia israelí), la iniciativa estadounidense de proponer una conferencia internacional sobre Oriente Próximo permite dar un cauce político a la búsqueda una retirada honrosa para Sadam.

La propia dinámica negociadora irá indicando lo que en cada momento es posible ceder, pero deberá quedar claro que la supervivencia de su régimen será la principal ventaja que podrá obtener Husein, quedando supeditados otros eventuales arreglos -salida al mar, yacimientos en disputa- a ulteriores acuerdos con el Estado soberano de Kuwait.

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