Nacionalismo y socialismo en Euskadi
Es a todas luces paradójico y digno de análisis que al mismo tiempo se estén dando en Euskadi dos fenómenos de fácil interrelación. Por un lado, parece ser no sólo evidente, sino la opinión unánime de la mayoría de los vascos, que el nacionalismo del PNV y el socialismo del PSE deben llegar a un nuevo acuerdo porque constituyen la fórmula mejor para construir el Gobierno de los próximos cuatro años. Al mismo tiempo, asistimos al fracaso o al menos al cuestionamiento de la línea política de Euskadiko Ezkerra (EE), que pretendía cohesionar en un mismo ideario nacionalismo y socialismo. Son, pues, dos fenómenos que invitan a la reflexión y Ilevan irremediablemente a una pregunta obvia: ¿caben nacionalismo y socialismo, sin predominio de ninguno de ambos sobre el otro, en un mismo partido o ideología?Hablar de política en Euskadi es supeditar todo pensamiento a factores subjetivos, en algunos casos irracionales, que rompen todas las teorías de la sociología humana. Porque en Euskadi es bien patente que el nacionalismo se ha implantado más sobre la base del rechazo a lo ajeno que sobre la del amor a lo propio. Es bien cierto que se ,da asimismo una profusión de símbolos notable y que, por si ello fuera poco, cualquier reivindicación se convierte en símbolo en el mismo momento que no se consigue; pero también es cierto que el nacionalismo vasco ha impuesto a toda la sociedad vasca -nacionalista y no nacionalista- una simbología inventada por el fundador del nacionalismo, que debiera haberse quedado únicamente en el seno del nacionalismo y no en la cúspide de la sociedad vasca. De este modo, resulta fácil comprender que los no nacionalistas se rebelen contra Sabino Arana y sus seguidores -que son todos los nacionalistas, los abertzales también- por las imposiciones y les resulte fácil a los nacionalistas proclamar que los no nacionalistas "no aman" a Euskadi como debieran.
Pero, a su vez, esta fómula ideológica basada en el rechazo de lo ajeno obliga al nacionalismo a perpetuar una estrategia ambigua, que improvisa en exceso cuando de hacer política social se trata porque vive amparado en los clichés que previamente ha colgado a quienes no son como ellos. En resumen, no le queda tiempo para definir políticas sociales de izquierdas o derechas y prefiere deambular de un lado del abanico hasta el lado contrario.
Principios ideológicos
¿Qué ocurre cuando se pretenden aunar nacionalismo y socialismo en una misma ideología? Los principios ideológicos de un partido político, que suelen ser más etéreos que concretos, precisan para ser llevados a la práctica de unos planteamientos básicos, de una definición de los conceptos en los que se fundamente la ideología y, sobre todo, de unas estructuras políticas y administrativas estables que no son otra cosa que la organización política del Estado. Y hasta que dicha organización no se consigue, la política se supedita únicamente a esa consecución. En Euskadi, aún, innecesariamente, el nacionalismo se plantea continuamente la forma de organización y arrastra en sus dudas al resto de las ideologías, privando a la sociedad del auténtico debate: el de la crisis económica, el paro, la pobreza o la sociedad del bienestar, que constituyen el sustrato del componente social de la política.
Por otro lado, las estructuras de los partidos, en aras a la homogeneidad y a la fortaleza internas, se basan en la actitud de sus dirigentes, y basta con que ellos prioricen uno de los dos aspectos (reivindicación racionalista y programa social) para que se abandone el otro, provocando malestar y falta de cohesión en quienes hubieran priorizado el otro aspecto.
Entrando en el terreno de lo concreto, ¿es compatible el nacionalismo vasco con una política de izquierdas?, ¿entiende el nacionalismo vasco los grandes principios del mismo modo que lo entienden los no nacionalistas? Por planteamiento de base, no. El nacionalismo vasco, basado en la reivindicación sin límites y amparándose en la premisa de su rechazo al marco global llamado España, no duda en pedir sin descanso, aunque sepa que sus excesos deban compensarse a costa del bienestar de otras regiones españolas. Esa actitud, que bien puede tacharse de insolidaria, no permite ir más lejos en el análisis de los grandes principios que dirigen la política nacionalista en Euskadi, y no pudiendo plantearse tal análisis, justo es decir que no caben florituras.
El cuestionamiento de la fórmula ideológica que pretenda aunar en un mismo proyecto nacionalismo y socialismo es normal; su fracaso, lógico. Al menos, en Euskadi. De cualquier modo, alguien podrá preguntar por qué razón parece lógico y bueno que PNV y PSE tengan que ponerse de acuerdo para gobernar los próximos cuatro años. Por vanas y escuetas razones: porque un pacto de gobierno no es ni tiene por qué ser un proyecto nacionalista y socialista a la vez; porque un pacto de este tipo debe estar basado en normas y reglas concretas que se proyecten en acciones y compromisos igualmente concretos; porque la unión de dos partidos tan diferentes ha de buscar prioritariamente la estabilidad y seguridad del Gobierno como fundamento de una acción política; que infunda serenidad a la sociedad, porque la unión de PNV y PSE está basada en el pragmatismo y el pragmatismo no permite luchas internas quiméricas; y por fin, porque tal unión, que no requiere necesariamente cohesión, permite a ambos socios -PNV y PSE- seguir desarrollando sus procesos políticos internos con absoluta libertad en sus respectivas organizaciones.
El nacionalismo vasco, alentado por sí mismo, ha llevado en muchos casos a la obsesión. Y el socialismo, en estos tiempos de reconstrucción o replanteamiento de la izquierda, tal vez se esté convirtiendo, mientras termina de definirse o redefinirse, en otra obsesión. Es imposible aunar en una sola dos obsesiones tan diferentes.
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