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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primer asalto

EL PASADO martes tuvo lugar la primera vuelta de la elección al liderazgo del partido conservador británico. El resultado no fue concluyente: si Margaret Thatcher ganó frente a Michael Heseltine, su victoria no fue suficiente. Necesitará, cuando menos, una segun da vuelta con lo que ello supone de desgaste para una mujer habituada al triunfo y para un partido en mala situación electoral.La premier manda desde hace 12 años de forma absoluta en el partido conservador, en el Gobierno. No es la primera vez que sus huestes, se llevan las manos a la cabeza ante su dureza como gobernante y su intransigencia como teórica. Tampoco es la primera vez que su liderazgo ha sido disputado por los notables del partido; en las ocasiones anteriores la popularidad nacional de la dama de hierro le permitió descabezar las rebeliones antes de que tomaran verdadero impulso. No ha podido hacerlo ahora porque la desafección de los barones ha sido excesiva. Todo empezó hace unos meses con un distanciamiento de sus más directos colaboradores económicos. En definitiva, la oposición interna está vinculada a la preocupación de un sector importante del mundo industrial y financiero británico, que teme perder el tren de las grandes decisiones económicas europeas por culpa de la contestada actitud de la primera ministra.

La rebelión en las filas conservadoras tomó peligrosa carta de naturaleza la semana pasada, cuando el recién dimitido viceprimer ministro Geoffrey Howe pronunció un demoledor discurso en los Comunes criticando la esencia misma del liderazgo de la primera ministra y su estilo de fondo, especialmente frente al tema comunitario. Lo que además subyace en todo el asunto es la revancha de una clase social gobernante -el establishment-, desplazada del poder por una íntrusa que accedió a él desde el anonimato de la clase media, le dio la vuelta y lo blandió como arma arrejadiza frente a los tradicionales métodos de blandura algo displicente del conservadurismo.

Es significativo por tanto que el nuevo candidato sea Michael Heseltine, otro duro destemplado. Ha sido parcialmente derrotado no ya por los pesos pesados del partido, sino por el grupo parlamentario que opera con independencia del aparato y que no defiende a los suyos por el mero interés del poder. La victoria de Thatcher (204 votos, contra 152 de Heseltine) no ha sido suficiente; necesita de una segunda vuelta el próximo martes. Es típico de la premier considerar el resultado no como una derrota, sino como un incidente normal en una democracia; es, por consiguiente, lógico que haya decidido pelear contra Heseltine hasta el final, sin permitir que entren en liza, por el momento otros candidatos menos controvertidos.

Es probable que gane; también puede hacerlo Heseltine. El triunfador accederá a un privilegio envenenado, por cuanto le corresponderá la incómoda misión de liderar un partido dividido en una comprometida elección general antes del verano de 1992.

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