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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal, ante el cambio

LAS ELECCIONES presidenciales en enero próximo primero y las legislativas seis meses después pueden ser en Portugal el punto de partida de significativos cambios en sus instituciones democráticas más representativas. Mario Soares, probable vencedor de los comicios de enero, no oculta su intención de aprovechar su segundo mandato como presidente de la República para reforzar el sentido presidencialista del régimen portugués. En la actualidad, y a pesar de que el sistema portugués haya sido definido como semipresidencial, los poderes del jefe del Estado son muy limitados.De momento, la posibilidad de una intervención del presidente en la vida política portuguesa depende de la relación de fuerzas en el Parlamento, y más exactamente de la existencia de una mayoría parlamentaria estable. Frente a un Gobierno minoritario o de coalición inestable, el papel del presidente puede ser importante, ya que en caso de crisis tiene poder de disolución del Parlamento. Durante muchos años se pensó que la existencia en Portugal de cuatro grandes partidos no permitiría nunca la formación de Gobiernos mayoritarios homogéneos, un mito que quedó destruido en 1987, cuando Cavaco Silva consiguió el 53% de los votos. De todas formas, se sigue pensando que fue un accidente y que ningún otro partido es capaz de repetir la hazaña. La evolución de los últimos dos años parece confirmarlo, y es más que probable que las próximas elecciones legislativas consagren de nuevo la receta de los Gobiernos minoritarios. Los socialdemócratas ya no tienen la mayoría absoluta en los sondeos, y las esperanzas socialistas de una rápida dispersión del electorado comunista no parecen confirmarse.

Mientras que el general Eanes pudo ser árbitro y casi único factor de estabilidad en un periodo en el que hubo 11 Gobiernos minoritarios, Mario Soares ha sido desde 1986 reducido a un papel de mero espectador. Sin embargo, el ex secretario general del partido socialista ha ido conquistando poco a poco una popularidad que lo coloca actualmente muy por encima de la del primer ministro. De otro lado, la manera cómo Mario Soares, primer presidente civil del siglo, ha ejercido sus funciones ha creado también una nueva imagen de la función presidencial más próxima de la monarquía constitucional.

Su primer acto como presidente fue devolver su carné de socialista, y desde ese instante ha intentado actuar deliberadamente por encima y al margen de los partidos. No trató de interferir en las grandes cuestiones políticas y reivindicó una "magistratura de influencia", expresión infeliz que tuvo que ser abandonada después de los recientes escándalos que comprometieron a varios de sus ex colaboradores y que levantó las sospechas de si la denominada magistratura de influencia no permitía también el tráfico de influencias.

Queda ahora por ver cuál puede ser la reacción de los partidos políticos a estos intentos de una mayor intervención del presidente en las cuestiones de gobierno. Todos ellos cuentan conjugar simultáneamente con los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas para establecer sus estrategias de poder. Por unos y otros motivos, las grandes formaciones políticas no ven con malos ojos una repetición de Mario Soares al frente de la jefatura del Estado.

Pero una cosa es no oponerse a la reelección del hombre que la mayoría de los portugueses considera que está muy bien donde está, pero que no reúne las condiciones para gobernar, y otra muy distinta aceptar sin más sus tentativas de un mayor protagonismo en el escenario político.

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