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El voto de la indiferencia

La violencia y la miseria preocupan más a los guatemaltecos que las elecciones de mañana

Antonio Caño

En San Juan Sacatepequez, un pueblo mayoritariamente indígena situado a 30 kilómetros de la capital, mucha gente no sabe para qué sirven las elecciones que mañana se celebran en Guatemala. Algunos votarán porque han escuchado en la radio que el que no lo haga se convertirá en sospechoso de seguir las consignas de la guerrilla, pero para un 70% de la población de este país los comicios son un negocio de ladinos en el que los indios no son capaces ni de repetir los nombres de los candidatos.

De los cerca de nueve millones de guatemaltecos, sólo 3,2 millones están inscritos en el censo; de ellos, únicamente un millón son indígenas, más movilizados ahora por las organizaciones mayas que protestan contra el Quinto Centenario que por los partidos políticos. Para el resto, para el millón y medio de guatemaltecos que, de acuerdo a los cálculos de abstención, elegirán al próximo presidente, las preocupaciones son la violencia y la pobreza.El procurador nacional de los Derechos Humanos, Ramiro de León, ha advertido que ninguno de los candidatos tiene posibilidades de afrontar con garantías de éxito el problema de la violencia, que él mismo describió como "de raíces fundamentalmente sociales". "La miseria está a los ojos de todos", ha denunciado el obispo de la ciudad de Guatemala, Próspero Penados. "Esta situación es la causa principal de la violencia y de la delincuencia"

La Embajada de Estados Unidos en Guatemala confirma que "persisten en el país importantes problemas de derechos humanos, relacionados con el uso de la fuerza y abusos por parte de extremistas políticos y miembros de las fuerzas de seguridad".

El panorama de Guatemala, una de las naciones mártires de America Latina, es desalentador para cualquier político. El proceso electoral sigue su curso patético ante una población que busca su salvación en ultraderechistas iluminados, como el general Efraín Ríos Montt -cuya candidatura ha sido anulada- o en predicadores evangélicos como Jorge Serrano. Pero, con todo, este proceso permitirá, por primera vez en la historia de Guatemala, que un civil entregue el mando a otro civil sin que su gestión haya sido interrumpida por los militares.

Candidatos de la empresa

Frente a Ríos Montt y Serrano, la emiresa privada ha hecho su propia selección, y ha presentado como máximos aspirantes a la segurida vuelta, el 6 de enero, a Jorge Carpio, de la Unión de Centro Nacional (UCN) y a Alvaro Arzú, del Partido de Avanzada Nacional (PAN).Carpio, el seguro ganador según todas las encuestas, se define ideológicamente como "ecléctico, aristotélico, realista y pragmático desde el punto de vista de la acción, lo que se puede resumir en dos conceptos: evolucionismo y relativismo histórico", definición que a buen seguro resultará seductora para el 60% de la población guatemalteca, que es analfabeta.

Copiando de Fujimori, Arzú afirma que su partido no es ideológico. "No reconocemos prioridad a la ideología, nuestro proyecto es más pragmático". El tercero en discordia, Jorge Serrano, del Movimiento de Acción Solidaria (MAS), asegura que Carpio y Arzú son fruto de una inversión de 27 millones de quetzales (unos 600 millones de pesetas) por parte del Consejo de Asociaciones Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF) para obtener un presidente acorde a sus intereses.

El CACIF es, junto con las fuerzas armadas, uno de los poderes reales de Guatemala, aunque sus intereses prescindan de cinco millones de guatemaltecos que viven al margen de la economía, en una sociedad arcaica regida por leyes ancestrales.

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